Venezuela: ridícula pulseada por la ayuda
Las evidentes carencias alimentarias y la falta de asistencia médica de la población de Venezuela son utilizadas como argumento y estrategia para el combate contra el régimen por los líderes opositores. Sin embargo, en el medio está el pueblo que padece innumerables privaciones y es el que reclama el ingreso de los aportes internacionales.
Mientras recorren el mundo las bizarras imágenes de un puente internacional cerrado por el régimen dictatorial de Venezuela para impedir que ingrese desde Colombia la ayuda internacional para los ciudadanos de ese país, el líder opositor y jefe de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, reconoció que existe la posibilidad que se produzca un enfrentamiento entre los venezolanos que quieren que ingrese la ayuda humanitaria y aquellos que quieren impedirlo.
La posibilidad de que el conflicto escale a niveles de violencia todavía no vistos es posible frente a las penurias que vive una población acuciada por el hambre y la falta de recursos en materia de salud, entre otros aspectos y la tozudez de ridículos gobernantes que, en su intento desesperado por mantener el poder, no trepidan incluso en castigar a la misma población que afirman defender.
El mundo asiste azorado a una ridícula pulseada por el ingreso o no de ayuda alimentaria a Venezuela. La comunidad internacional mostró su predisposición a apoyar al pueblo venezolano para que pueda hacer frente a su delicada y triste realidad actual. Pero el régimen de Maduro niega el ingreso de los alimentos. Los aprietos, en este caso, son para la población que sigue sufriendo, pero también para los que afirman tener el poder en el país caribeño y que apelan a grotescos modos para evitar que la ayuda ingrese. El ejemplo de los acoplados cruzados en el puente es el más cabal símbolo de hasta dónde llega la irracionalidad.
Es verdad que las evidentes carencias alimentarias y la falta de asistencia médica de la población de Venezuela son utilizadas como argumento y estrategia para el combate contra el régimen por los líderes opositores. Es quizás el principal problema a resolver y la compulsa sirve a ambos bandos en pugna para atraer agua al molino propio. Sin embargo, en el medio está el pueblo que padece innumerables privaciones y es el que reclama el ingreso de los aportes internacionales.
La negativa del régimen solo puede admitirse en medio del berenjenal institucional que vive aquel país. Pero no es admisible bajo ningún criterio humano. Un columnista del diario El Nacional de Caracas afirmó que el régimen "no tiene posibilidad de salir airoso del trance. Va a impedir la entrada de la comida y de las provisiones médicas porque, si se queda con los brazos cruzados, confirmará la mengua que se denuncia. Pero ¿cómo hará para impedir la pérdida del mínimo respaldo que hasta ahora tiene?, ¿utilizará elementos armados para la continuación de una clausura que la mayoría de las democracias del mundo quiere acabar?, ¿persistirá en la propaganda sobre las amenazas del imperialismo yanqui, o sobre una guerra económica sin sostén en la opinión pública?".
Las respuestas solo las tienen el cada vez más debilitado Maduro y sus secuaces. Mientras tanto, el pueblo venezolano continúa viviendo una encrucijada tan difícil como denigrante.