Un grito de liberación para “Limón”
Los Caranchos, el equipo de rugby de la cárcel de San Francisco debutó en un torneo en el penal de Bouwer. Más de cien internos de cuatro penitenciarías participaron de la experiencia que fue inédita que busca llevar las lecciones de la cancha a la vida tras las rejas y contribuir a la reinserción social.
El ruido de la puerta de barrotes gruesos suena pesado cuando se cierra detrás de mí. De acá no salís, salvo que vayas con un guardia de un prolijo azul o por autorización de la Justicia. Lo pienso cuando cruzó cada una de las tres rejas que me separan del área de requisa de la Unidad Carcelaria Nº 1 "Padre Luchese", de la cárcel de Bouwer, al patio del módulo MD1 de la prisión más grande de la provincia.
Solo me vuelve a la realidad, a la luz que entra tenue por el pasillo mientras camino detrás del guardiacárcel, el ruido robusto, espeso, de la chicharra que abre esas puertas: no hay nada como la libertad. Nada.
Ya en el patio, rodeados de un alambres de púas infinito, hay funcionarios provinciales de saco y corbata, autoridades del Servicio Penitenciario también vestidas para la ocasión; hay dirigentes de la Unión Cordobesa de Rugby y de los diferentes clubes de la capital y del interior de Córdoba.
En el medio de la cancha, entres las haches montadas sobre los arcos de fútbol, hay un poco más de 100 internos de los penales de Bouwer, Río Cuarto, Cruz del Eje y San Francisco. Estamos acá todos porque se va a disputar el primer torneo interpenitenciario que aúna a cuatro equipos de rugby, una iniciativa del Ministerio de Justicia de Córdoba.
"Los Caranchos", el equipo de la Unidad Penitenciara Nº 7 de nuestra ciudad, que se formó hace seis meses por iniciativa del juez federal Pablo Montesi, y que comanda el exrugbier Damián "Tati" González, se pasa la guinda a un costado de la cancha. Están vestidos con la camiseta tricolor del San Francisco Rugby Club (SFRC): Los Caranchos vestidos de Charabones, en una síntesis perfecta del rugby de esta ciudad.
Los guardiacárceles que los acompañaron miran tranquilos, relajados, apoyados al alambrado olímpico que separa la cancha del patio de un pabellón. En frente, tres torres de vigilancia, altas, mezcladas con las pocas nubes que tiene el cielo. Es una mañana diáfana, ideal para jugar al rugby. El calor que hace se disimula gracias al viento que sopla desde el sur.
Entre los internos del penal de acá, se destaca la presencia de Alejandro Allub, exPuma y uno de los mejores jugadores que ha dado la historia del rugby cordobés. El "Turco" vestido de "Chara", de "Carancho". Adrián Lamberti, presidente del SFRC, la institución sanfrancisqueña que más articuló con esta iniciativa, lo dice sorprendido. Las camisetas, pero también pelotas y tiempo por parte de integrantes de la comisión de Los Charabones, fue la forma que tuvo la entidad de vincularse con el equipo de rugby de la cárcel.
"Teníamos que formar parte de esto. Creemos que los valores que rigen al rugby deberían ser universales, y para ellos que están adentro de la cárcel, esos valores son fundamentales, entonces es un orgullo poder ser parte de esta iniciativa. Y es maravilloso que ellos puedan disfrutar de este día", le dice Lamberti a LA VOZ DE SAN JUSTO.
El himno, los discursos oficiales y el momento del primer partido que enfrenta a "Ruaj", de Bouwer, y "Los Leones de Judá", de Cruz del Eje. Afuera, "Los Caranchos" esperan, algunos pegados a la línea de la cancha, otros sentados contra el alambre, otros se pasan la pelota ovalada atrás de un ingoal. Piden fotos, van al baño, hablan con el entrenador, están contentos. Es la primera vez que van a jugar en una cancha real de rugby; es la primera vez que van a jugar contra otros que no son compañeros de pabellón. Están ansiosos. En 20 minutos entran.
Reunidos en un círculo, abrazados afuera de la cancha, se miran entre sí y escuchan al entrenador González. Hace seis meses esto era impensado. Se los dice el profe. También les va a decir que hay que taclear, que hay que pasarse la pelota, que a este deporte juegan 15 y que si no juegan como un equipo, no tiene sentido.
Ahí están, los 15 titulares parados expectantes dentro de la cancha, afuera esperan otros 8. González y el juez Montessi dan las últimas indicaciones. En frente, de azul, "Las Águilas", de Río Cuarto, donde existe el programa de rugby carcelario hace tres años. Vuela la pelota, arrancó el juego. Van a tacklear, van a correr, se van a frustrar cuando el rival anote el único try del partido aunque durante todo en el segundo tiempo, ya sin nervios ni inseguridades, "Los Caranchos" metan al equipo rival en su cancha, en los últimos 25 metros, aunque coqueteen varias veces con apoyar la guinda en el ingoal de los otros. No van poder, van a perder. El final de ese primer juego es con los dos equipos abrazados en el medio de la cancha previo al túnel del honor donde los de San Francisco aplauden a los de Río Cuarto y viceversa.
Los comentarios post partido rondan siempre en: el próximo lo ganamos. Hay correcciones, hay aliento, hay risas. Es hora de comer.
Debajo de un árbol, uno de los pocos que hay en ese lugar, "Los Caranchos" arman los choripanes, de ahí van a comer los cuatro equipos. Un muchacho de Río Cuarto pasa con una camiseta por cada uno de los equipos para que se la firmen, souvenir de ese día que nos divertimos mucho parece ser.
Otro interno camina descalzo, dice que hacía mucho tiempo no pisaba césped. Si las alegrías para los que estamos en libertad son mínimas, para los que están privados de ella, los instantes de felicidad plena, real, son mucho más chiquitos, más pequeños, más imperceptibles.
"Vamos a movernos que ya jugamos", grita González. "Los Caranchos" se sacan la modorra de la sobremesa y se empiezan a mover dentro de la cancha. En la otra parte, los internos de Cruz del Eje hacen lo propio.
El primer tiempo va a terminar igualado en 0. Mucho tackle, mucha imperfección, mucho diálogo, que hace que el árbitro del juego pare en más de una oportunidad el partido para pedirles amablemente que por favor se callen, que en el rugby no se habla cuando se juega, solo lo hacen los capitanes y el árbitro.
Mientras tanto, detrás de uno de los ingoals, los internos de Río Cuarto y Bouwer cantan al unísono y una pastora toca la guitarra. El fogón carcelario termina con un pogo onírico entre los presos mientras cantan "Volver a empezar", de Alejandro Lerner.
Adentro, culmina la primera mitad.
González aprovecha los minutos que tiene para corregir, gritar, retar, darle confianza a los suyos "ya no estamos más en la canchita de básquet del patio de la cárcel, aprovechemos el ancho de la cancha. Tackleemos. ¡Vamos muchachos!".
El primer try de la historia del rugby carcelario de San Francisco va a venir cuando luego de un ruck, un segunda línea tome la guinda agache el lomo y vaya fuerte hacia adelante hasta caer en tierra prometida, "Los Caranchos" ganan 5 - 0. Ahora a aguantar, a eso de taclear que pedía el entrenador. Cruz del Eje va y va. Aprovecha los penales a favor y mete a Los Caranchos muy cerca de su ingoal. El tackle carancho no aguanta: try de Cruz del Eje. Igualados en 5.
Faltan menos de dos minutos para el pitazo final. El maul carancho avanza sobre la izquierda y se mete dentro de los 25 metros del rival. Avanza de a poco: trabajan "los gordos" cuidando la pelota y ganado metros. Uno de los segundas líneas mira hacia atrás y ahí está el "Limón", el capitán del equipo con la 8 en la espalda.
"Limón" va a recibir la pelota y va a empezar a correr cruzado hacia la derecha. Va dejar a tras el primer tackle, se le van a venir dos rival más al unísono y va romper para seguir corriendo. Lo mismo va a hacer con el último que lo quiso frenar. Va a saltar, el carancho vuela, y caer en la zona de anotación: try. "Limón" aprieta el puño y grita gol. Se levanta, corre y grita gol. Grita fuerte, bien fuerte. Esos gritos que salen de la panza y agrietan la garganta. Lo va decir el "Tati" González, después de abrazarse con el jugador roto en lágrimas de emoción, "es un grito de liberación".
El apertura convierte, 12 a 7 y final. Ganaron "Los Caranchos" y van a terminar el interpenitenciario con una derrota y un triunfo.
Mientras se cambian, charlan y los otros dos equipos juegan, se ríen, comentan el partido, se soban los golpes: mañana va a doler todo. Se siguen riendo.
"Los Caranchos" debutaron, jugaron, perdieron, ganaron, se adaptaron a un sistema de técnicas nuevo; a un código de valores marcados por el compañerismo, la confianza y solidaridad con el otro, aprendieron una conducta que roza a lo intachable, porque si no, no jugás al rugby. Se bancaron los tacles y durante siete horas respiraron otro aire que se parece mucho a la redención.
Pero que sobre todo, les mostró que si vas a para adelante, respetando a los otros y confiando en los tuyos, la libertad es un try que está al caer. Que ese grito de liberación luego de apoyar la guinda se puede sostener en el tiempo y para siempre, y que no hay nada más lindo que poder gritar en libertad. Nada.