Trabajar en Afganistán, un país dominado por el terror
El arquitecto sanfrancisqueño Franco Morero desarrolla dos obras en el país asiático, donde la realidad "golpea a cada paso. Sentimos el conflicto con mucha angustia, y nos pesa no poder hacer nada con aquellos que nos han pedido ayuda para salir del país. Es inevitable pensar esto cada día".
Por Manuel Montali | LVSJ
El estudio de arquitectura M2R, integrado por el sanfrancisqueño Franco Morero, junto a los cordobeses Manuel Martínez y Nahuel Recabarren, ganó a fines de 2015 el Concurso Internacional para la Construcción del Centro Cultural de Bamiyán (Afganistán), organizado por la Unesco. El proyecto "La eterna presencia de lo ausente" fue seleccionado entre 1070 propuestas provenientes de 117 países, con el fin de desarrollarse en el sitio declarado Patrimonio de la Humanidad en donde existían dos estatuas gigantes de Buda talladas sobre la ladera de un gran acantilado (que durante siglos fueron la característica más conocida de este enclave budista sobre la ruta de la seda), destruidas en 2001 por el régimen talibán.
Ahora, veinte años después, los talibanes han vuelto al poder. Y este trabajo del arquitecto local, además junto a una escuela para reinsertar a niñas en el sistema educativo de la misma región, ha quedado cautivo de la incertidumbre que atraviesa toda la sociedad afgana. En diálogo con este medio, Morero se mostró preocupado por la actualidad del país asiático y en particular por la situación de la gente con la que venían llevando adelante ambas obras, que están próximas a ser concluidas.
Morero y sus socios han realizado, desde 2016 a la fecha, más de veinte viajes a Afganistán, en el seguimiento de la imponente obra del Centro Cultural. La logística nunca fue sencilla: trámites administrativos, gestión de visas y varias escalas para llegar a destino, con vuelos que conectaban Buenos Aires con Madrid, Dubái o Estambul y de allí a Kabul (capital de Afganistán), para un tomar un último avión o helicóptero hasta Bamiyán, con el fin de evitar hacer por tierra este último tramo de apenas 180 kilómetros, porque atravesaba territorio que ya estaba bajo control talibán, y desde la Unesco les aseguraban que ello les representaba un peligro certero de secuestro o muerte.
"En cinco años viajamos en promedio cada sesenta días. Durante el transcurso de nuestro último viaje, en junio pasado, el panorama había cambiado y ya se hablaba de la inminencia del avance talibán a raíz de la retirada progresiva de las tropas americanas en el país. Las habituales medidas de seguridad que aplica Unesco para todos los extranjeros involucrados con la organización habían sido reforzadas. Ya no pudimos circular libremente por la ciudad de Bamiyán como lo hacíamos habitualmente y tampoco hospedarnos en hoteles donde lo hicieran nacionales. La próxima visita, planificada para este mes de septiembre, quedó naturalmente en suspenso. Las perspectivas de regresar a controlar la obra son inciertas a corto plazo en parte debido a que la ONU está relocalizando a su personal en Kazajistán. De todas formas nos han informado que existe la voluntad de concluir el proyecto", contó.
El imponente Centro Cultural al frente del cual está el arquitecto de nuestra ciudad se encuentra cerca de ser finalizado.
Sobre el avance de dichas tareas, informó que el Centro Cultural está próximo a ser concluido, restando detalles como iluminación, mobiliario y puesta a punto de instalaciones, con algunos insumos que no estaban ingresando al país debido al cierre de las fronteras.
Por otra parte, también estaba culminando una segunda obra, una escuela en la misma ciudad, encargo que llegó por parte de Skateistan, una ONG fundada en Kabul por el australiano Oliver Percovich. El proyecto se sustenta en la enseñanza del skate para incorporar y reinsertar a niñas que están fuera del sistema educativo por razones culturales, económicas y religiosas. Esta iniciativa ya cuenta con dos antecedentes exitosos en Afganistán.
Con la toma de poder por parte del régimen talibán, la culminación de ambas obras es presa de la incertidumbre. "No sabemos si los edificios que hemos proyectado serán definitivamente utilizados con el fin para los que fueron construidos. De ahora en más, los valores que tratará de imponer este régimen van justamente en dirección contraria de cualquier tipo de apertura de la sociedad hacia modelos que fomenten la cultura occidental", explicó el arquitecto.
Bamiyán y las obras con sello local
Morero detalló que Bamiyán, capital de la provincia homónima, en el centro occidental del país, cuenta con una población de 100 mil habitantes dispersos en valles rodeados de montañas, a una altitud promedio de dos mil quinientos metros. "Hace mucho frío en invierno y tiene un verano soleado pero relativamente corto. Eso también hizo que la obra se signe siempre al clima. Entre diciembre y mayo los trabajos disminuyen de manera considerable debido a las bajas temperaturas y a la acumulación de nieve", apuntó.
Dicha región está poblada por los Hazara, un grupo étnico muy minoritario comparado a la etnia Pastún, entre los que se encuentran los talibanes. Morero detalló que "los Hazara poseen fisonomía oriental con rasgos marcadamente mongoles. Además de las diferencias físicas, tienen una cultura y una religión diferentes a las mayoritarias que habitan el país, motivos suficientes para ser combatidos y perseguidos. Habían sufrido ya la ocupación talibana, con mucha opresión, hasta la intervención de Estados Unidos en los primeros años del 2000".
Asimismo, informó: "El origen del concurso que ganamos fue justamente la destrucción de las esculturas de Buda (marzo de 2001) por los talibanes, algo que simbólicamente fue nefasto para este pueblo. En esa ocasión también incendiaron el bazar, la calle comercial de la ciudad, arrasaron con todo y asesinaron a mucha gente. Ahora, veinte años después, Bamiyán es protagonista nuevamente del regreso al poder de los Talibanes, así que el miedo con el que viven y que nos han podido transmitir me llena de angustia".
En este sentido, explicó que el nuevo Centro Cultural y la escuela que tiene a su cargo fueron proyectados para resistir tanto cargas sísmicas como posibles ataques terroristas, con estructuras de hormigón que han sido diseñadas para responder a esas solicitaciones.
Cabe destacar que, pese al conflicto, "las obras continúan en marcha, supervisadas por profesionales locales pertenecientes a nuestro equipo, y desde Argentina brindando seguimiento y soporte técnico de manera digital", explicó.
"Este conflicto plantea muchas dudas en relación a qué va a suceder con los dos proyectos una vez concluidos. Si los Talibanes llegaran efectivamente a tomar en algún momento el control de los edificios, en el caso de que decidan no inutilizarlos, no sabemos qué fin le darán y cómo los gestionarán. Sinceramente creo que no los destruirán, porque de pronto un gobierno se encuentra con dos edificaciones de buena calidad y listas para ser usadas. Sería poco inteligente no aprovecharlas", agregó.
"Este pueblo sufre pero tiene los ojos abiertos. No sé cómo reaccionará ante una nueva ola de opresión".
Morero encuentra difícil que puedan regresar en el corto plazo a Afganistán, algo que, mientras el país esté bajo dominio talibán, tampoco los entusiasma. Les acaban de informar asimismo que las telecomunicaciones hacia el exterior corren riesgo de ser cortadas por el nuevo régimen. Todo afgano con contactos extranjeros en su teléfono puede ver en peligro su vida.
"Estamos a la espera de ver cómo se reconfigura el tablero con el nuevo régimen. Mientras tanto seguimos trabajando de la manera remota y coordinando acciones con los profesionales en la obra. Más allá de todo esperamos que ellos y sus familias estén seguros", manifestó.
Una película de terror
El arquitecto sanfrancisqueño explicó que mientras estuvieron trabajando nunca tuvieron contacto directo con talibanes, pero que la mayoría de las personas con las que se involucraron relataban experiencias relacionadas con este régimen, en el mayor de los casos, de terror.
"En nuestro primer viaje, fuimos alojados en el Serena, un hotel céntrico de Kabul, donde poco tiempo antes había ocurrido un atentado ejecutado por militantes talibanes que asesinaron a nueve personas en el restaurante del hotel. Tenemos muchas experiencias de este tipo", contó.
"Sabemos -continuó- que quienes ya han vivido la opresión del régimen, entienden que no tienen futuro en Afganistán y viven con terror intentando huir. El país ha estado en conflicto muchas veces, con ocupaciones extranjeras que en ningún caso fueron exitosas sucedidas por ciclos de opresión interna que tampoco han encaminado el país hacia un proyecto viable. Presenciamos nuevamente un ciclo que vuelve a repetirse".
El imponente Centro Cultural al frente del cual está Morero.
De todas formas, más allá de este panorama "gris", dijo conservar cierto grado de optimismo en cuanto al futuro: "Nuestro trabajo nos ha permitido vincularnos con gente joven de ese país, personas que crecieron y llegaron a incorporarse activamente a la sociedad en estos últimos veinte años. Más allá de los conflictos recurrentes, ellos vivieron en un país en reconstrucción, más abierto y más conectado con el mundo, conocieron otras realidades fuera de sus fronteras a través de los medios de comunicación, con algunos avances en los derechos y libertades de las mujeres. Este pueblo sufre pero tiene los ojos abiertos. No sé cómo reaccionará ante una nueva ola de opresión".
Morero destacó que haber ganado el concurso del Centro Cultural los acercó a una realidad que no pensaba conocer hasta ese momento, "distante física y culturalmente". En ese sentido, dijo que "este acercamiento forzoso nos ha hecho sensibles ante una realidad que golpea a cada paso. Naturalmente en el transcurso de estos años hemos generado vínculos con las personas y con los lugares. Sentimos el conflicto con mucha angustia, y nos pesa no poder hacer nada con aquellos que nos han pedido ayuda para salir del país. Es inevitable pensar esto cada día".