Sobre los reductores de velocidad en la ciudad
Se impone un debate entre especialistas que ayude a clarificar la mejor manera para colocar este tipo de reductores de velocidad tanto en avenidas como en las calles de los distintos barrios.
Un completo informe publicado en estas páginas días atrás se refirió a un aspecto sensible de la problemática difícil del tránsito en la ciudad: la colocación de "lomos de burro" en distintas arterias. Todo surgió a raíz del reclamo de un grupo de vecinos de barrio Hospital que puso de manifiesto que los reductores de velocidad colocados en el cruce de calle Rufino Varela "son demasiado altos" y pueden averiar la parte delantera de los vehículos.
Si bien el municipio expresó su intención de modificarlos, lo cierto es que la aparición de estos dispositivos en las calles de la ciudad ya es habitual. Y está bien que así sea, siempre y cuando no se transformen en otro obstáculo que, en lugar de evitarlos, favorezca los accidentes.
El informe referido daba cuenta de la ordenanza aprobada en 2011 donde se establece que los reductores de velocidad serán de "cemento, 50 centímetros de ancho y 3 de alto". Sin embargo, son varios los "modelos" que se pueden hallar en las distintas zonas de la ciudad. Los hay de material plástico, los hay muy pronunciados -en especial en algunas calles de barrios residenciales-, existen los más alargados como en avenida 9 de Septiembre y también se encuentran los demasiado angostos que a veces ni siquiera tienen identificación.
No es la primera vez que desde esta columna se señala que el lomo de burro muchas veces trae consecuencias negativas, especialmente cuando no está bien señalizado o pintado con colores que llamen la atención desde una distancia considerable. En las calles no pavimentadas, estas condiciones son más difíciles de conseguir. Entonces, estos elementos construidos de las formas y dimensiones más diversas pueden no cumplir la función reductora de velocidad y son factibles de convertirse en un serio peligro para quien circula. Han existido algunos episodios en los que "tragarse" un reductor fue el determinante de situaciones lamentables, tanto en materia de rotura de vehículos como en la ocurrencia de lesiones en las personas.
Se impone, por tanto, un debate entre especialistas que ayude a clarificar la mejor manera para colocar este tipo de reductores de velocidad tanto en avenidas como en las calles de los distintos barrios. Si es necesario modificar las ordenanzas en la materia, que se establezca el procedimiento luego de que el resultado del análisis encuentre la solución para que el instrumento utilizado sirva efectivamente a la función de aminorar la marcha y prevenir de este modo la posibilidad de algún accidente derivado de la circulación a más velocidad de la permitida.