Que sea en paz
El fútbol argentino vivirá uno de los acontecimientos más importantes de su rica historia: los dos clubes más populares del país disputarán la final de la Copa Libertadores de América. Ojalá la racionalidad impere y este evento deportivo de enorme magnitud transcurra en paz.
El fútbol argentino vivirá uno de los
acontecimientos más importantes de su rica, pero también controvertida
historia. Los dos clubes más populares del país disputarán la final de la Copa
Libertadores de América, el más prestigioso certamen internacional de esta
parte del mundo. Semejante encuentro deportivo ha generado, como es lógico en
un país donde la pasión por este deporte es mayoritaria, innumerables
reacciones.
En este contexto, la mayoría de los comentarios y noticias en los días previos no se refieren a lo estrictamente futbolístico. Lamentablemente, la intolerancia social reinante y la falta de tino de algunos dirigentes y gobernantes, ha llevado la discusión a otros terrenos alejados por cierto de las cuestiones referidas al juego propiamente dicho.
Así, hasta el propio presidente de la Nación ha quedado en "offside" en un par de oportunidades. En primer lugar, impulsó en solitario una maniobra para que las dos finales se jueguen con público visitante. Algo que es natural en otras partes del planeta, aquí es prácticamente imposible. Lo tendría que conocer quien ahora ostenta la mayor responsabilidad en el país, puesto que en el pasado fue la máxima autoridad de uno de esos clubes. Y además debería haber comprendido que ya no es posible que los gobiernos se involucren en las cuestiones del deporte profesional, en virtud del pasado oscuro reciente que se produjo con la intervención proselitista, populista y hoy investigada a fondo por la justicia que hizo la anterior administración con el denominado "Fútbol para todos".
Por otra parte, en una visita a un laboratorio hizo una broma propia del folklore de este deporte en el país, pero absolutamente inadecuada en virtud de la investidura presidencial. Esta actitud refleja una falta de comprensión de las tensiones sociales que el deterioro cultural ha generado en materia de respeto y tolerancia. Y siembra dudas en torno a la posibilidad, por el mismo presidente manifestada, de que la sociedad argentina está en condiciones de evitar cualquier situación violenta que se relacione de manera directa con estas históricas finales.
En otro orden, el hervidero en que se convierten las redes sociales añade elementos preocupantes. La agresión, la palabra violenta, la descalificación hacia las posturas más racionales está a la orden del día. Basta recorrer los comentarios que se vierten en algunos portales de noticias para tomar nota de que parece jugarse la vida en lugar de un campeonato.
La desvirtuada escala de valores de buena parte de la sociedad se manifiesta así en toda su dimensión. Y en vez de estar hablándose de cómo afrontan los dos equipos esta instancia decisiva, otras cuestiones son las que dominan la escena pública y generan inquietud. Ojalá la racionalidad impere y que este evento deportivo de enorme magnitud transcurra en paz.