Pobreza: el llamado del Papa
El sumo Pontífice llamó a los fieles a ayudar a los necesitados en una forma práctica y concreta. Dijo que se deben dejar de lado los discursos o las palabras para dar paso a las acciones.
La Primera Jornada Mundial de los Pobres, celebrada por la Iglesia Católica hace pocas semanas por decisión del Papa Francisco, fue el ámbito apropiado para que el Pontífice llamara a todos los católicos a ayudar a los más necesitados en una forma práctica y concreta. Dijo que se deben dejar de lado los discursos o las palabras, para dar paso a las acciones, e invitó a toda la Iglesia y todos los hombres y mujeres de buena voluntad a mantener la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad.
Las palabras de Francisco son un llamado a los fieles católicos. Pero también a cualquier persona que exprese empatía por el semejante, entienda su situación de vida y reaccione frente a las injusticias, a la cultura del descarte que vuelve obsoletos a todo lo que se produce y también arrumba a los ancianos y a las prácticas que derrochan y desperdician bienes o alimentos.
El diagnóstico del Papa acerca de la realidad del problema en el mundo es tan crudo como revelador: "Conocemos la gran dificultad que surge en el mundo contemporáneo para identificar de forma clara la pobreza. Sin embargo, nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada".
Y agrega de manera contundente: "Hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera. Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad".
Se trata de un llamado a la acción. No solamente destinado a los fieles católicos sino a todos los hombres de buena voluntad, que son mayoría abrumadora en todo el planeta. Es una convocatoria a dejar de lado las palabras y pasar a la acción. A no contentarse con un simple gesto solidario, sino a producir un verdadero encuentro en el que se pueda compartir los bienes de este mundo.
A la luz de la realidad agobiante que por momentos se plantea, sin dudas el llamado parece una quimera. Pero desoírlo significará bajar los brazos de manera definitiva y terminar de enlodar el espíritu de fraternidad que la humanidad está obligada a mantener con vida.