Novedosa manera de expresar inteligencia
"Hasta para robar hay que ser inteligente, y yo me considero inteligente", declaró días atrás el intendente de la comuna de Pichanal, Salta. La polémica frase repercutió por todo el país. Es verdad que no son todos. Pero no asombra que en este país existan muchos gobernantes como el de esta pequeña localidad salteña.
La campaña electoral se avecina con fuerza. Operetas de todo tipo, manifestaciones hasta ridículas, redes sociales ardientes por la enorme cantidad de palabras vacuas y agresiones vertidas. Los etcéteras pueden continuar sin ningún reparo. El año electoral está ya plagado de oscuridades, trapos sucios revoleados, justicia otra vez sacudida por escándalos y funcionarios que no tienen ningún pudor en ventilar circunstancias y acciones propias del delito o la mafia y no de la política, al menos la que era entendida como una actividad noble y honorable al servicio del pueblo. Tanto es así que el prestigioso periodista Hugo Alconada Mon lanzó una calificación que resume lo que sucede y lo que vendrá: "La campaña será un asco", dijo.
Ejemplos sobran. Por caso, el de un intendente salteño que se robó el espacio mediático durante unos días al pronunciar una frase digna de una comedia cinematográfica. El jefe comunal de Pichanal, una pequeña y vulnerable localidad de Salta dijo: "Hasta para robar hay que ser inteligente, y yo me considero un tipo inteligente". Por más que haya intentado explicar semejante barbaridad puesta en boca de un funcionario público, sus aclaraciones oscurecieron más aún la situación.
Además de la repetida argumentación de que sus palabras fueron sacadas de contexto, el intendente salteño dijo que gana 17 mil pesos por mes y que, "haciendo un gran esfuerzo", desde 2003 -cuando ingresó a la función pública, es decir 16 años viviendo del Estado-, adquirió varios campos, otras tantas propiedades, vehículos de alta gama y una flota propia de camiones. Omitió señalar que nunca presentó sus declaraciones juradas a la Escribanía de Gobierno de la Provincia.
El gran esfuerzo realizado por el intendente de Pichanal desentona con las penurias de la mayoría de la población de ese lugar, marcadas por la pobreza extrema, la exclusión, la marginalidad y la falta de servicios básicos. También podría contrastarse con el mismo o superior esfuerzo que hacen millones de argentinos de bien durante años, trabajando duro, sabedor de que la ayuda de los gobernantes no llegará, para alcanzar un mínimo de dignidad en su nivel de vida.
Sin embargo, casi como naturalizando estos conceptos, el tema no pasó de un par de días de revuelo en los medios. La opinión pública parece estar anestesiada frente a las enormes muestras de desparpajo de alguna dirigencia que ya no tiene pruritos, ni siquiera se sonroja, cuando habla del despojo cometido a las arcas públicas en todos los niveles del Estado. Es más, hasta se vanagloria de sus acciones señalando que son producto de su inteligencia. Naturalizar las situaciones anómalas y delictivas es una peligrosa tendencia.
Es verdad que no son todos. Pero no asombra ya que en este país existan muchos como el intendente de Pichanal. Que no solo se empalagan con los recursos públicos sino que también aprietan, lanzan promesas siempre falsas, se victimizan a la primera reacción contraria y se ufanan de ser, supuestamente, los verdaderos representantes del pueblo. Además, cuando son acusados, no se defienden con argumentos sino que parecen disfrutar de meter a todos en el mismo lodo. Se escandalizan cuando alguien les reprocha su vertiginoso ascenso económico. Y son fieles cumplidores de aquello que sostiene que el fin justifica los medios. Son inteligentes, diría el jefe comunal salteño.