Nelly, la maestra de 81 años que se resiste a dejar el guardapolvo
Comenzó trabajando en el campo, viajando cien kilómetros por día. Hace casi tres décadas se jubiló pero nunca dejó su oficio, porque la vocación es más fuerte. Dice que es feliz enseñando y hoy más, en su día.
En una casa de calle Paraguay al 1900 el portón del garaje no deja de abrirse. Chicos en edad escolar van y vienen. En la punta de una de las mesas está sentada la "seño" Nelly.
Nelly Doly Caccia tiene 81 años y a pesar de haberse jubilado hace 26, nunca abandonó la docencia, vocación que abraza como a los 42 alumnos que por semana asisten a su casa para reforzar conocimientos y a los que ayuda con los deberes. Y es todo un desafío para ella, que aprendió a ser maestra en un mundo en cambio.
Juan, Ezequiel, Camila y Agostina del secundario están con la tarea de matemática y lengua; Morena practica la estructura de la oración. Mientras todo eso pasa, Nelly se toma un recreo para hablar con LA VOZ DE SAN JUSTO.
"Doy todas las materias, de primario y secundario, menos inglés -aclara-, porque de eso ya no entiendo".
Nelly, rodeada de chicos, hizo de su casa una escuela
Tiene un día sobrecargado, como casi todos los días. Arranca a las 9 de la mañana hasta las 12.30 y retoma a las 14.30. La enseñanza particular absorbe la mayoría de su tiempo. Nelly no lo hace por necesidad, lo suyo es aptitud.
"Hay chicos que vienen por horas, otros por las pruebas y sino están los que vienen siempre para hacer deberes", cuenta.
Cambió el blanco guardapolvo por una chaquetilla, pero la sala que Nelly improvisó en su casa de barrio Catedral es lo más parecido al aula de la escuela rural Ramón J. Cárcano, de Colonia Anita, donde dio los primeros pasos tras recibirse como maestras normal. Allí coinciden chicos de niveles primario y medio, algunos, hijos de sus exalumnos. "Para mí es como una gran familia porque los conozco a los padres y ahora estar con ellos es muy emotivo", dice expresiva.
"Acá no quiero nada de calculadoras. Quiero las operaciones matemáticas hechas con papel y lápiz". La consigna es clara y se cumple
"Acá no quiero nada de calculadoras. Quiero las operaciones matemáticas hechas con papel y lápiz". Sus educandos cumplen las reglas a rajatabla, aunque más de una vez se tientan con mirar el celular.
Otra regla indeleble es que aquel que se lleve dos materias a marzo, no vuelve a pisar su aula. "Quiero que tengan buenas notas, que se esmeren. Cuesta arriarlos para que estudien", reconoce entusiasta.
Enseñar ayer y hoy
Nelly nota que los chicos de hoy tienen menos concentración que los de antes. "Les leo, les explico y les trato de hacer entender porque los chicos de hoy leen y comprenden poco".
Nelly abraza la profesión con la misma paciencia y vocación que hace 60 años
"Tengo que lograr esa "bajada a tierra´. Les falta estudio en el aula para que después puedan disfrutar de sus horas libres. Eso sería lo mejor pero ellos. El problema es que el entorno los absorbe, no se concentran".
No obstante, su método parece ser efectivo. Afirma que la fórmula radica en la facilidad con la que explica. "La única capacidad que hay que tener es explicar fácilmente cualquier tema", sostiene con la voz de la experiencia.
Más que educar
Nelly llegó de Las Parejas, Santa Fe, de muy niña y cursó sus estudios secundarios en la Escuela Normal Superior "Dr. Nicolás Avellaneda" donde continuó la instancia superior y se recibió de Maestra Normal Nacional en 1956. "Las niñas antes jugábamos a la casita o a la maestra. Yo sentaba a todas mis compañeritas en la mesa y les daba clases como si fuera su señorita en el aula. Así, desde niña, amo la educación", recuerda el origen de su vocación.
A los 18, comenzó a trabajar en algunas escuelas de la ciudad como suplente hasta que llegó la posibilidad de una vacante en la escuela rural, cerca de Freyre, donde enseñó durante 10 hermosos y atareados años. "Allá aprendí todo lo que hoy sé. No éramos solo maestras, también curábamos la sarna, sacábamos los piojos, traíamos a los chicos al hospital porque algunos padres no querían que vayan al médico. No era fácil, porque hacíamos de todo además de enseñar".
Nelly viajaba 100 kilómetros diarios para dar clases y durante un año tenía que llevar a su hija Viviana, porque no tenía con quién dejarla a cargo. "La llevaba con 5 años y así aprendió a leer y a escribir de oyente". Viviana tuvo que asumir que su mamá era compartida, pero eso no le impidió heredar el sentido de la vocación, la responsabilidad y la entrega.
No éramos
solo maestras, también curábamos la sarna, sacábamos los piojos, traíamos a los
chicos al hospital porque algunos padres no querían que vayan al médico. No era
fácil, porque hacíamos de todo además de enseñar".
No se detiene
Cuando Nelly dejó de ser maestra rural, decidió seguir aprendiendo y formándose en lo suyo. En 1990 comenzó a dictar clases particulares en su casa al tiempo que ejercía en la escuela General Mitre, donde llegó a ocupar la vicedirección, pero solo por un tiempo, lo suyo era el aula.
Tuvo su paso por la escuela nocturna. "Eran hombres y mujeres de 18 a 70 años con realidades muy difíciles pero siempre fueron respetuosos conmigo. Uno de los alumnos, que era cartonero, pasaba todos los días por casa y me saludaba".
A los 55 años, llegó la jubilación. "No quería jubilarme, me jubilaron. Fue una época en que viajábamos a Córdoba y firmábamos la jubilación anticipada", rememora aquella época del gobierno de Eduardo Angeloz.
Fue un golpe, pero seguir con las clases en su casa la ayudo a que el cabio no fuera tan rotundo. "Esto me permitió seguir con mi trabajo y la vocación".
A los 81, no se le pasa por la mente dejar la actividad. Nelly se muestra vital, alegre y perspicaz. No le duele el cuerpo luego de estar sentada por horas y su memoria, como la de un elefante. "Mis alumnos me mantienen ágil y me obligan a estar actualizada y memoriosa", asevera.
Madre y maestra
Los hijos de maestros entienden que la tarea de sus madres/padres no termina en el aula, pero el aprendizaje más grande es el que se desprende de vivir de cerca ese amor por la educación. Es caso de Viviana Tórtolo, hija de Nelly, que tomó su legado.
Viviana es profesora de Historia y docente de la Escuela Normal y el Ipet 50 "Img. Emilio F. Olmos".
Viviana y Nelly. Seguir los pasos de mamá
"Fueron los ideales que adquirí de mamá los que hicieron que quiera educar en otro lado. Quería irme y hacer patria", confiesa.
Egresada en plena democracia, "tenía el ideal de dar lo mejor de mí donde hiciera falta. Los hombres no estaban de acuerdo pero mamá siempre me apoyó".
Vició una década en el sur argentino, donde cosechó conocimientos y formó su familia con la que luego se instaló en nuestra ciudad. "Ella siempre fue una mujer apasionada de su trabajo y yo soy igual. Ella es mi referente como mujer", concluye con el pecho inflado de orgullo y admiración.