Motos: conciencia y controles
El deterioro cultural evidente y los plazos extendidos que se necesitan en cualquier proceso educativo requieren que el control de la ley en materia del uso del casco sea intensivo y eficaz.
Abruma la estadística funesta que determina la pérdida de varias jóvenes vidas en accidentes de tránsito en lo que va del año en la ciudad. Todos eran motociclistas que sufrieron lesiones gravísimas determinantes de su fallecimiento y causantes de inmenso dolor en sus familias y en toda la comunidad. Ante esto, recrudeció, como es lógico, la recurrente discusión sobre la necesidad del uso del casco protector, de la falta de conciencia o educación vial y de las deficiencias en los controles.
Todos estos últimos elementos se conjugan para formar la realidad tan lamentable que se vive en San Francisco con cuatro jóvenes fallecidos en poco más de un mes y con varias otras vidas en peligro producto de los siniestros viales en los que las personas que conducen motos y no tienen casco llevan siempre las de perder.
Es redundante, repetitivo y hasta cansador insistir en que el uso del casco salva vidas. Todas las estadísticas así lo certifican y los testimonios de quienes han sobrevivido son demasiado elocuentes como para ignorarlos. Sin embargo, la falta de conciencia vial es una realidad angustiante. Basta observar la enorme cantidad de motociclistas que no lo llevan puesto. Jóvenes en rodados de altísima cilindrada y potencia que viajan a velocidades más altas que las permitidas, familias enteras con criaturas apretujadas entre los cuerpos de sus padres, verdaderas "pandillas" de chicos en ciclomotores ruidosos que cometen todo tipo de infracciones son moneda corriente en las calles sanfrancisqueñas.
Está claro que la aplicación del Programa Municipal de Cultura Vial que intenta concienciar sobre el uso del casco es un instrumento para nada desdeñable. Aunque es menester señalar que la generación de conciencia social sobre el tema es un proceso a mediano y largo plazo. De todos modos, no puede dejar de implementarse esta acción oficial que procura la incorporación de hábitos correctos en el tránsito de la ciudad. Pero no es menos cierto que a esta altura de los hechos no basta con este programa. La sucesión de accidentes fatales y de chicos heridos gravemente durante este verano obliga a sumar estrategias y a revisar la manera cómo se efectúan los controles.
No se puede sino coincidir con el secretario de Gobierno del municipio cuando sostiene que "no hay norma que se pueda sustentar solo en el control". El funcionario afirmó que se hacen controles "en distintos puntos de la ciudad y producto de ello secuestramos más de 1.600 motocicletas el año pasado. De todas maneras, no se puede poner un policía municipal en cada cuadra", dijo. Es verdad. Pero no es menos cierto que los últimos hechos tristes que se cobraron vidas de jóvenes sanfrancisqueños obligan a replantear el modo cómo se hacen los operativos y a que bajen órdenes terminantes de no permitir la circulación de motos cuyos ocupantes no usen casco.
Es cierto que el Estado no es el único responsable de la situación. Sin toma de conciencia y sin instrucción vial puesta en práctica por la población será muy difícil evitar que se sigan sucediendo las tragedias. Sin embargo, es preciso entender que el deterioro cultural evidente y los plazos extendidos que se necesitan en cualquier proceso educativo requieren que el control de la legislación en materia del uso del casco sea intensivo y eficaz. Está en juego la vida de personas y el Estado tiene la misión indelegable de actuar siempre para preservarla.