Menores, la noche y sus riesgos
La vigencia estricta de la ley, así como la apelación permanente a la responsabilidad paterna y la aplicación de medidas de contralor efectivas y sistemáticas son imprescindibles para evitar que nuestros adolescentes -también los niños- sufran riesgos cuyas consecuencias luego toda la sociedad lamenta.
Una suerte de polémica se abrió en la ciudad luego de que se diera a conocer que la policía desbarató días atrás una fiesta privada sin habilitación que se llevaba a cabo en la sede del colegio de árbitros en barrio Vélez Sársfield. Allí, de acuerdo a la información oficial, se encontraban 73 menores de edad, de entre 12 y 17 años, que pagaron una entrada y se detectó se detectó la presencia de bebidas alcohólicas.
Más tarde, el colegio de árbitros emitió un comunicado en el que deslindó responsabilidades y negó que se hayan producido inconvenientes, así como sostuvo que no había alcohol en esta "previa". El procedimiento, de acuerdo a esta visión, se habría llevado a cabo ante denuncias por el alto volumen de la música que se emitía en el lugar.
Más allá de las versiones que pueden ser encontradas, lo cierto es que la problemática de los menores de edad y su relación con la diversión nocturna asoma como una de las circunstancias más difíciles de resolver en la cultura actual. Entre otras cosas, se habla de negligencia de los padres, de la pérdida de la autoridad, de contextos peligrosos en los que se desenvuelven adultos inescrupulosos, de alcohol en exceso y de otras sustancias también. También se reclama mayor presencia de las autoridades en el control de las fiestas privadas. Y, como si no bastara con todo ello para conformar un panorama complicado, se insta a que se refuercen las medidas de control de venta de bebidas alcohólicas, del volumen de la música y de la habilitación de locales nocturnos.
En medio de la fuerte repercusión que tuvo el asesinato de un joven en Villa Gesell a manos de un grupo de jóvenes -esta vez mayores de edad-, el debate público roza superficialmente todos y cada uno de los temas señalados en el párrafo anterior. Lo hace muchas veces con liviandad. En otras ocasiones, con intolerancia, agresiones e insultos. Son escasas las oportunidades en las que se intenta reflexionar sobre patrones culturales deteriorados o incumplimiento flagrante de las normas vigentes.
El episodio de barrio Vélez Sársfield es un ejemplo más, no tan grave por cierto. Pero ocurrió en nuestra ciudad. Y no estamos ajenos a que puedan ocurrir situaciones más serias. En especial porque el consumo de alcohol en exceso es causa primera de desinhibiciones y conductas violentas. Aquello de cuidar a las nuevas generaciones para que no se reproduzcan patrones de conducta indeseados suena a discurso vacío cuando no se trabaja la problemática de manera conjunta entre el hogar, la escuela y los organismos de control y aplicación de la ley.
En definitiva, en el río revuelto en el que se desenvuelve la convivencia en la actualidad, el tema de la protección de los menores de edad requiere de cambios sociales y culturales urgentes. Mientras tanto, la vigencia estricta de la ley, así como la apelación permanente a la responsabilidad paterna y la aplicación de medidas de contralor efectivas y sistemáticas son imprescindibles para evitar que nuestros adolescentes -también los niños- sufran riesgos cuyas consecuencias luego toda la sociedad lamenta.