Madres en lucha contra el abuso infantil
Enfrentar el horror en su propio entorno fue el baño de realidad sobre un flagelo que afecta a miles de niños, niñas y adolescentes: la violencia sexual. Las secuelas son graves, las condenas, escasas. A ello se suma el estigma que sufren a diario. Pero ellas no se callan y levantan la voz ante uno de los delitos que más cuesta visibilizar y confrontar.
Mamás protectoras. Sandra Albarracín (40), de Frontera, y Sandra Amantini (52), de San Francisco, no se conocían personalmente hasta esta entrevista. Comparten el mismo drama, se consuelan, perdieron el miedo a la exposición a fuerza de visibilizar sus causas. Su lucha es por ver presos a los abusadores y ladrones de las infancias de sus hijos.
"Con los chicos, no". Ellas denunciaron que sus hijos fueron víctimas de abuso infantil -en el caso de Amantini, intrafamiliar- y buscan el cumplimiento efectivo de la Convención Internacional de los Derechos de los Niños, Niñas y Juventud. Mientras tanto, ganan algunas batallas, que no son suficientes ante los tiempos de la justicia, la mirada ajena y la culpa que no les cabe, pero es inevitable.
A la espera de justicia
Desde hace dos meses,Albarracín cuenta los días para que el hombre que abusó de su hijo tenga su condena. Daniel Durán (45), el presunto violador serial de Frontera, pague por lo que hace una década le hizo a su hijo que hoy tiene años, y a otros 10 adolescentes.
Durán está alojado enla cárcel de Las Flores, en Santa Fe. "Dos meses pasaron desde que la defensa del acusado solicitó la realización de un juicio abreviado en donde sería condenado a 17 años de prisión mientras nosotros pedimos 20. El silencio, el tiempo, todo eso me está matando por dentro", dijo Albarracín.
"Los silencios judiciales son mortales. Esa es la otra parte destructiva de todo esto. Como mamá me tranquiliza que un tipo abusador esté preso esperando el juicio porque suelto, puede provocar un desastre", agregó Amantini, quien lidia con la justicia que asegura no fue tal, porque pese a que el padre de sus hijas, Carlos Fuentes, fue condenado con 7 años de cárcel por abusar de su hija mayor y una amiga de ésta, por ahora no estará tras las rejas. ¿Por qué? Es su pregunta y la que se hace gran parte de la sociedad que manifestó su indignación por el fallo judicial.
Además, Amantini convive con la indignación de que su expareja fuera absuelto en la causa por abuso sexual con acceso carnal y corrupción de menores que involucra a una de sus hijas, la menor (hoy de 15 años).
"La celeridad en estos casos es fundamental. No puede ser que te estés arrastrando por la vida pidiendo por favor que alguien haga algo. Uno quisiera tener una fecha, decir algo pero no sabés nada", dijo la mujer sin ocultar la rabia por saber que el hombre que arruinó la vida de sus hijas hoy camina por las mismas calles que ellas.
Críticas con el sistema
"¿Pero por qué no lo denunciaron antes?", se cansaron de escuchar. Las entrevistadas coincidieron en el ineficiente rol de los peritos cuando los chicos abusados logran contar su calvario, en la mayoría de los casos, muchos años después, siendo adultos. "Una persona abusada nunca habla en el momento. Es necesario un sistema capacitado porque la víctima no habla o solo lo hace con otros que vivieron lo mismo, porque es el único momento en que encuentran el apoyo en otra persona ante lo que les pasó", señaló Amantini.
"Mi hija mayor (23 años) habló pero automáticamente pensé en la más chica. Si los chicos no están preparados para hablar, no dejan entrar a nadie a su mente, no podemos ayudarlos. Nos equivocamos en actuar enseguida con la mayor y hacer una denuncia penal porque logramos que hiciera un tratamiento psicológico por cómo se expresaba, pero con la más chica fue distinto, pero para la justicia no fue suficiente lo que le mostramos", se lamentó.
Sandra Amantini: "Una tiene
que estar fuerte por ellos pero el cuerpo y la cabeza no pueden más. Tuve que
ir a la psicóloga y a la psiquiatra, tuve carpeta médica por seis meses".
"La Justicia te pide pruebas y si pasa el tiempo, no las hay. Con mi hija menor, cuando ella comenzó a autolesionarse por esas voces que escuchaba producto del abuso que vivió, me llevó a sacarle fotos. Le pedía perdón a mi hija por tomarle imágenes de sus cortes pero así tenía que actuar con la justicia", recordó Amantini.
El dolor en cuerpo y alma
Todo lo que le ocurre a un hijo, sea bueno o malo, una madre lo siente en la fibra más íntima. En estos casos, donde el abuso sexual es la expresión de dolor más grande, los cuerpos y mentes de estas mamás se vieron afectados por todo lo ocurrido. "Cuando la mayor habló, me comuniqué con mi psiquiatra y lo primero que me dijo fue: `Tu hija te necesita, reestructurate ya´", confesó Amantini.
"Una tiene que estar fuerte por ellos pero el cuerpo y la cabeza no pueden más. Tuve que ir a la psicóloga y a la psiquiatra, tuve carpeta médica por seis meses para que se recuperen mis hijas y hasta mi pareja fue a terapia. Cuando uno cree que todo está encaminado, se cae todo como una torre de naipes", siguió.
Albarracín también conoce la tristeza. Hace unos días dejó su tratamiento psiquiátrico por decisión propia y su rostro muestra la pena que carga por lo de su hijo.
"De luchar sin parar, de ir y venir... me enfermé de depresión porque una persona cercana me decía que lo que le pasó a mi hijo era mi culpa por dejarlo ir a jugar a la Play Station con este tipo. Lo único que quería era morirme", dijo Albarracín.
La mamá estuvo internada en el Servicio de Salud Mental del Hospital "J. B. Iturraspe" y tuvo dos intentos de suicidio. "Llegué a tomar hasta cuatro antidepresivos. Tus hijos te ven así y te ponés más mal", añadió.
El dedo acusador
"No somos locas". A la crueldad del abuso, se suma el rol de una parte de la sociedad que juzga a estas madres. "Como tenés los que te acompañan en la lucha por Justicia, también están aquellos que te miran y dicen `¿no te diste cuenta?´ o que no le prestás atención a tus hijos. Los hechos pueden ocurrir en un segundo, cuando te diste vuelta, es así. El abuso incestuoso o intrafamiliar está planificado para que vos no te des cuenta sino, serías cómplice de este horror", expresó Amantini.
"Mamá, abusaron de mí"
El 25 de febrero pasado fue el día en que el mundo se desmoronó para Sandra Albarracín. Su vecino, Daniel Durán le mostró sus partes íntimas a través de la ventana a su hija menor. Cuando ella se largó a llorar por lo ocurrido, sus dos hijos varones reaccionaron, increparon al perverso y se lastimaron. "Cuando fuimos al Hospital para que les hagan las curaciones necesarias, mi hijo mayor me confesó que este hombre había abusado de él. En ese momento se te paraliza el cuerpo porque siempre me dediqué a ellos, a cuidarlos, a protegerlos de cualquier cosa que pudiera ocurrirles. Ellos iban siempre a práctica de fútbol, yo los acompañaba, estaba presente, pero hoy veo las fotos de esa época y pienso que este sujeto abusaba de ellos jugando a la Play Station en su casa", relató Albarracín.
Una discusión y el "¿vos qué sabés?" de su hija mayor, abrieron la puerta al horror para Amantini. "En ese momento me estalló la cabeza, no entendía qué estaba pasando".
Sandra Albarracín: "De luchar
sin parar, de ir y venir... me enfermé de depresión porque una persona cercana me
decía que lo que le pasó a mi hijo era mi culpa. Lo único que quería era
morirme".
Con la menor pasó algo similar, pero las revelaciones se convirtieron en autolesiones y voces que le decían que no tenía que vivir. "A los chicos parece que no les pasa nada. En un momento te están dibujando el horror y luego, corazones. Es un mecanismo psíquico que los pone a salvo. Pero eso dura un tiempo y después se vuelve patológico. Tu hija te grita `sacame esto´, `no quiero estar más en este mundo´. Los querés abrazar y ellos no quieren. La situación es extrema", contó.
Nunca más
Estas madres no se detienen, por sus hijos, por los de otras mujeres, por la familia, por ellas. No las moviliza más que el amor. "Los hijos son lo más sagrado para nosotros y es la fuerza de madres lo que nos permite luchar. Lo que nos pasó a nosotras, lamentablemente va a seguir pasando. Por eso tenemos que hablar y luchar para que otros chicos y otras madres se animen a decir lo que les pasó", exhortó Albarracín.
"Ante el abuso de un hijo, no hay opciones. Las madres tenemos muy claro que a nuestros hijos no se los toca y si ocurrió, hay que luchar para que no ocurra nunca más", concluyó Amantini.