Los muros vuelven a crecer
Tres décadas pasaron desde que el totalitarismo comunista se desplomó con el cemento del Muro de Berlín. Se pensó en ese entonces que se había producido el triunfo definitivo de la democracia por sobre los regímenes autoritarios. A treinta años de aquel hito histórico, una serie de acontecimientos a lo largo de este período terminaron por generar una ola de escepticismo sobre aquella esperanza de libertad. El mundo libre no pudo, o no supo, cómo fortalecer este siempre vigente anhelo humano.
Hace exactamente 30 años el mundo se conmovía. El símbolo más dramático del autoritarismo comunista se derrumbaba gracias a la presión popular. El 9 de noviembre de 1989 había caído el Muro de Berlín.
La pregunta de un periodista en una rueda de prensa, dirigida a un alto burócrata de la República Democrática Alemana determinó una ola masiva de personas que se agolpó frente al muro que dividía la capital alemana. El funcionario comunista dijo que los germanos orientales podían pasar a la parte occidental tan solo presentando su documento de identidad. La pregunta fue ¿a partir de cuándo? "A partir de ahora", respondió. Lo que siguió después es historia conocida. El comunismo había sucumbido. Una de las ideologías más tiránicas y oscuras de la historia del hombre parecía haber llegado a su fin. Y con ello se inauguraba una nueva etapa.
Tres décadas han pasado desde que el totalitarismo comunista se desplomó con el cemento del Muro de Berlín. Se pensó en ese entonces que se había producido el triunfo definitivo de la democracia por sobre los regímenes autoritarios. Nació un nuevo tiempo en el que predominó la esperanza en una humanidad más fraterna, menos agresiva y respetuosa de las libertades fundamentales del hombre.
A treinta años de aquel hito histórico, la primera enseñanza que puede obtenerse es que quienes "ganaron" la porfía ideológica de la Guerra Fría se durmieron en los laureles. Una serie de acontecimientos a lo largo de este período terminaron por generar una ola de escepticismo sobre aquella esperanza de libertad. El mundo libre no pudo, o no supo, cómo fortalecer este siempre vigente anhelo humano.
Entonces, la esperanza que durante años predominó hoy está dando paso a una nueva incertidumbre. La democracia liberal está en crisis. Ya se habla en el mundo de una nueva etapa de autoritarismo. Ejemplos sobran: China, la Rusia de Putin, el regreso del ultranacionalismo en algunos gobiernos europeos, el Brexit, el populismo encarnado hasta en los Estados Unidos con Trump, la reaparición de los conflictos en África, la persistencia del regímenes totalitarios en países asiáticos y la "nueva ola" populista en América latina.
El periodista español Marc Bassets escribió hace algunos días en el diario El País: En los viejos pasos a nivel franceses se ve una señal que dice: "Un tren puede esconder otro". Es un llamamiento a no confiarse. Cuando haya pasado el convoy, conviene asegurarse que no viene otro en el sentido contrario. Es una lección moral: el peligro llega cuando uno cree que ya lo ha esquivado. En 1989 ocurrió algo similar. Cuatro décadas de Guerra Fría y de un mundo al borde del apocalipsis nuclear quedaban atrás. Fin de la película. Después apareció la otra locomotora". Las señales seguían allí, pero no se reparó en ellas. Consecuencia: los muros vuelven a crecer.