La vida no cambió pese a la pandemia en la “casa de arriba” del Ipet 50
En el internado de la histórica "Escuela del Trabajo" los chicos van y vienen conforme su burbuja tenga clases, pero las pautas de convivencia siguen inalterables.
Por Ivana Acosta | LVSJ
Los chicos que estudian en el Ipet 50 de nuestra ciudad no siempre vuelven a su casa, algunos se quedan en el internado de la institución que se les ofrece como hogar a tiempo parcial toda la semana. En 2020 prácticamente no se utilizaron las instalaciones porque no hubo presencialidad, no obstante, en este ciclo lectivo hubo leves cambios debido a la modalidad con que se desarrolla el año escolar y así la estadía ya no es ininterrumpida y masiva como antes.
Los chicos ahora no están siempre (salvo fines de semana) en el internado si no que se van cuando termina la semana en que cursaron dentro de las aulas, así que los compañeros que no son de San Francisco y están en esta residencia van y vienen también en burbujas.
La comida también es algo que cambió, antes podía haber hasta 10 chicos por mesa y hoy solo se juntan 3 debido a las morigeraciones en cuanto a la aglomeración en un mismo lugar, sin embargo, esa distribución no generó problemas puesto que esas burbujas semanales disminuyeron esa congestión.
Darío Bonino que es jefe de internado y originariamente se recibió como profesor de Psicología comentó que este año la residencia está funcionando con la mitad de la capacidad debido a este formato bimodal.
La capacidad máxima de chicos que puede haber son 130, pero alojados en total hay 115 este año y por cada semana son 65 los que comparten sus días en el primer y segundo piso de esta infraestructura.
Leves cambios
Algo que no cambió es la diversidad de localidades de donde provienen los estudiantes, desde la escuela indicaron que aproximadamente la mitad son de Santa Fe y los demás de diferentes localidades de la región. Ahí aparecen nombres santafesinos como Sastre, Estación y Plaza Clucellas o María Juana o Suardi y en Córdoba Morteros, Freyre, Malvinas Argentinas, Laspiur, entre otros.
"Este año los chicos se quedan una semana y a la otra están en su casa. Sucede que a veces deben acomodarse para tener alguna que otra clase en forma virtual estando acá en el internado", dijeron.
Al momento de comer también hubo que hacer algunos cambios: "Antes se acomodaban en mesas donde había 10 chicos y ahora hay 3 pero como hay menor cantidad por semana no hay problemas".
Familia numerosa
Las 24 horas hay como mínimo dos preceptores conviviendo con los chicos y atendiéndolos en lo que sea, desde un dolor de panza hasta ayuda escolar. Es por eso que el preceptor Álvaro Ramírez sostuvo que cuando terminan las clases ahí todo funciona todo como una casa.
"Ellos tienen su rutina y el reglamento donde por ejemplo no pueden salir fuera de la escuela sin un tutor o familiar que los lleve, normas de convivencia para cumplir, horario para desayunar, cenar, merendar, bañarse, la hora de estudio obligatoria", explicaron.
Ser preceptor o jefe de internado no es una labor que se enseñe en la carrera de profesorado, ellos se formaron para otra cosa pero después terminaron encontrándose en este rol del cual hablaron: "Nosotros estudiamos para profesor, no para preceptor de internado, después cuando estás acá te surge el interés por este trabajo que tiene mucho acompañamiento, tener hijos adolescentes ayuda un poco y con los años te acostumbrás a trabajar acá".
Por ejemplo, Sergio Godano lleva 35 años trabajando en la institución en esta área y forma equipo con Bonino y Ramírez pero para cuidar a los chicos las 24 horas se nutren de un equipo que va rotando.
Nadie se opone a su tiempo de ocio siempre y cuando cumplan con las reglas para poder quedarse en el internado.
Quedarse es un honor
En los dos pisos de la residencia los estudiantes están divididos en función de los años, unos de 1° a 3° y otros de 4° a 7°.
Son contados los chicos que llegan a estar los siete años en el internado, aunque sí los hay y sus preceptores "los ponen de ejemplo" para los que recién ingresan sobre todo cuando se extraña a la casa de origen y su familia.
"Son pocos los chicos que se quedan hasta séptimo año, todo depende de la historia de cada chico, la mayoría está hasta 4° año porque tienen necesidades que el internado no se las da y se van a departamentos o pensiones y eso va liberando camas disponibles", detallaron.
De todas formas, aclararon que "la permanencia hasta 7° año es algo que se debe ganar" y ejemplificaron: "Se les permite cuando su conducta y rendimiento académico lo amerita y eso facilita que se conviertan en ejemplo para los más chicos lo cual nos ayuda mucho a nosotros".
Estas pautas de convivencia facilitan que haya un muy buen rendimiento en los chicos que residen ahí y esa rutina al final se vuelve una costumbre que influye en su comportamiento en las casas con sus familias a nivel orden, respeto, integración y de responsabilidades.
En esto influye también su obligatoriedad de estudiar una hora al día poniéndose a tono con lo exigido por los profesores y ahí los "padres" del internado también tienen un rol preponderante.
"Una hora al día es obligatorio la hora de estudio para los chicos de 1° a 4° donde están acompañados por un profesor, nosotros ayudamos si algún chico lo requiera y hemos tenido profesores que vienen ad honorem porque generan un vínculo especial con los chicos, en ese horario les dan particular".
Los chicos tienen un área de juegos y el gimnasio para sus horas libres. (Fotos: Marcelo Suppo)
A veces hay que irse
No todo es perfecto, a veces porque las pautas de convivencia y parámetros de libertad que tienen no se logra o porque tienen necesidades que exceden a las que da el internado, los estudiantes tienen que irse.
Eso no implica que también deban dejar la escuela, pero a algunos a veces eso les dificulta la continuidad y deben buscar otra institución si no pueden viajar o vivir en una pensión.
"Quien deja el internado no necesariamente deja la escuela, pero a muchos por sus circunstancias de vida se les complica viajar o vivir en otro lado para estudiar acá", completaron.
Contrario a lo que podría pensarse no hay rencores si eso sucede y prueba de ello es que muchos que atravesaron este momento vuelven no solo a recorrer sino a colaborar con ese lugar, así como lo hacen otros egresados que pasaron toda su escolaridad ahí.
Es por eso que la tarea para estos docentes "es muy gratificante", en parte ellos son sus hijos y sus problemas y necesidades son las mismas que los chicos que los esperan en su casa. La pandemia no pudo con eso, el funcionamiento sigue sin cambios a nivel de rutina y normas, la única diferencia es que solo hay menos chicos cada semana y muchas más precauciones.
Los baños se remodelaron con fondos del Fodemeep.
Mejoras en las instalaciones
Los chicos del segundo piso del internado cuentan con las instalaciones renovadas de los baños, algo que pudo realizarse por los recursos derivados del Fodemeep (Fondo para la Descentralización del Mantenimiento de Edificios Escolares Provinciales).
"Hace cuatro años que se lleva adelante la gestión para la refacción integral de los baños del internado. Ahora culminó la obra en el segundo piso y está por aprobarse el pliego para el otro que está en la primera planta", señaló el director de la escuela Jorge Tomé Seif.
Con la mediación a través de las gestiones del municipio la escuela pudo calificar para ser beneficiario del programa establecido por ley provincial y a cargo del Ministerio de Educación que permite que se giren recursos a los municipios para que administren la reparación de los edificios escolares de sus respectivas ciudades.