La chica de las cocinas
Los oficios no conocen de géneros. Claudia Alvarez se dedica a la limpieza de cocinas y derriba cualquier prejuicio.
"Hola, ¿Claudia? ¿Vos sos la chica de las cocinas?", preguntan del otro lado del teléfono. "Sí, soy yo", responde con voz firme Claudia Alvarez.
No es cocinera, no es vendedora de ollas por catálogo. Claudia Alvarez de 40 años tiene el oficio de arreglar cocinas. "Creo que soy la única", respondió a LA VOZ DE SAN JUSTO que la visitó en su casa/taller en Villa Josefina. Su lugar es fácil de encontrar y reconocer porque en su patio, Claudia tiene decenas de cocinas que han quedado sin ser retiradas por sus propietarios o que ella próximamente volverá a darles vida.
Ella está trabajando en una cocina que requiere una limpieza profunda y su dueño está esperando con urgencia. Claudia relató al diario cómo pone en condiciones los artefactos. "Agua caliente, detergente y espátula. Limpio y rasqueteo hasta que sale toda la suciedad y el ácido. Me arruina las manos, pero es la mejor manera porque hay algunos desengrasantes que provocan más daños", dijo la experta.
Para Claudia no es fácil tener los recursos para su trabajo, principalmente porque no tiene gas ni agua de red. "Tengo agua de aljibe y la saco caliente del lavarropas. Después lo demás es todo a mano. Arranco a las siete en el taller con unos mates y no paro hasta la tarde", contó.
Además de la limpieza, la mujer se encarga de la pintura, arreglo e instalación. Un trabajo completo todo hecho por ella sola.
Esta trabajadora como muchas otras ejerce un oficio que no es común para el género femenino. "La gente se sorprende que sea una mujer la que arregla cocinas pero tengo mucho trabajo porque ven los resultados y se maravillan con el antes y el después. El boca en boca y Facebook me ayudan en este trabajo", destacó la mujer.
"Para mí no hay cosas de hombres o de mujeres. Me encanta lo que hago y la gente me elige porque dice que soy muy cuidadosa y delicada para trabajar. Soy detallista".
Por su género, Claudia reconoció que vivió situaciones difíciles. "En dos oportunidades, hombres clientes me encerraron en sus casas e insinuaron cómo me iban a pagar. Les dije que era cinturón negro de karate y que si no me abrían iban a conocer la pinza", afirmó.
Una forma de vida
Claudia ejerce este oficio hace 14 años, el cual aprendió de su exesposo, el padre de sus tres hijas Rocío (14), Sofía (13) y Luz (10). "Empecé a trabajar de esto cuando nació mi segunda hija porque no sabía con quién dejarlas. Antes tenía otros trabajos. Limpiaba vidrios en una veterinaria y en una rotisería de Frontera y en un comercio de San Francisco. Las cocinas las limpiaba cuando volvía del trabajo ayudando a mi exmarido", expresó Claudia.
Con el tiempo, la mujer decidió que la limpieza de cocinas se convertiría en su sustento económico, para sus hijas y ella. "Actualmente mi exesposo no tiene trabajo, asique me hago cargo de todo. Si no sabría hacer esto, no podríamos sobrevivir".
La mujer contó cómo fue su primera experiencia con una cocina. "Mi exesposo me dejó desarmar una y me dijo que prestara atención. Pero cuando la tuve que volver a armar no supe cómo hacerlo. Poco a poco fue aprendiendo y ante un caso complicado saco fotos para no confundirme".
Con el paso del tiempo, Claudia aprendió a instalar hornos, arreglar cocinas y hacer diferentes trabajos.
Hace cinco años vive sola con sus tres hijas y desde 2016 está radicada en Villa Josefina. "Quiero que mis hijas hagan otra cosa. Quiero que estudien y que tengan un futuro. Igual estoy agradecida de este trabajo porque me encanta ser la chica de las cocinas", concluyó.