Food trucks y cerveza artesanal, tendencias que encuentran su espacio en San Francisco
Cristina Poncio y Mauricio Barbero son dos jóvenes emprendedores. Ella dedicada a la pastelería y el joven a la cerveza artesanal. Y ambos tienen en común la búsqueda de imponer nuevas formas de consumo en la ciudad. Desde carros food trucks tan típicos en las grandes ciudades hasta growlers. Es así, como las nuevas generaciones quieren darle una vuelta al consumo gastronómico en San Francisco.
Por Stefanía Musso
Cristina Poncio y Mauricio Barbero son dos jóvenes emprendedores, entusiasmados cada uno en lo suyo, pastelería y cerveza artesanal, respectivamente. Además, ambos tienen en común la búsqueda de imponer nuevas formas de consumo en la ciudad.
Desde carros food trucks tan típicos en las grandes ciudades hasta growlers, que es la venta de cerveza artesanal tirada en un recipiente de cristal que se puede recargar cuantas veces se desee, las nuevas generaciones quieren darle una vuelta al consumo gastronómico en San Francisco.
Original y dulce
"Dulce Capricho". Así se llama el food truck que Cristina Poncio espera algún día poner en marcha en la ciudad. Parece un juego de palabras no solo para quienes disfrutarán de su pastelería gourmet sino también el ferviente deseo de esta joven mamá de imponer un estilo totalmente novedoso por estos lados, algo que en otras ciudades ya se puede ver. De hecho, Córdoba ya cuenta con su feria "Mionca" y hasta existe la Asociación Cordobesa de Food Trucks. "El movimiento ya está impuesto en la ciudades del país, ahora le toca a San Francisco", afirmó Poncio a LA VOZ DE SAN JUSTO.
La idea original de Cristina con su Food Truck es que su carro color aguamarina sea contratado en eventos privados y ella, luego de convenir con los anfitriones el servicio que quieren, ofrezca los dulces; algo así como una barra de tragos pero en este caso, es un food truck con todo: mesada de aluminio, refrigerador, expositor, mobiliario, luz y hasta conexión de agua potable. "Estoy haciendo el primer año de repostería en Instituto Gastronómico Argentino (IGA) y sé que muchas chicas empiezan vendiendo de manera particular, pero yo quería hacer algo original", contó.
Mauricio Barbero, experto cervecero,
espera imponer la moda Growler en la ciudad
Una nueva forma de tomar cerveza
Hace tiempo que los growlers comenzaron a proliferar en muchas de las cervecerías artesanales en las distintas capitales del país, principalmente en la ciudad de Buenos Aires.
Se trata de botellones que cumplen una función similar al típico envase cervecero, solo que tienen dueño y es quien se encargará de asistir a su cervecero y recargar del sabor que más le plazca. Su ciclo vital está a cargo de quien toma: se recarga, se vacía, quizá lo más divertido, y se limpia. De fácil funcionamiento.
Mauricio Barbero, cervecero artesanal desde el 2010, es uno de lo más instruidos en San Francisco y quien alienta desde su lugar como productor de cerveza la legislación de la venta de la bebida a través del sistema de growlers.
Su bebida no tiene nombre comercial pero la llama "Natalia Natalia" entre sus más allegados. Tampoco la vende, pero su interés por el crecimiento de la ciudad y de otros productores artesanales lo llevó a pedir por una ordenanza que permita el sistema de venta de expendio.
En su casa en barrio Hernández, los ejemplos de growlers están presentes. "Estos botellones los traje de bares de la ciudad de Córdoba, de Neuquén y otro botellón llegó desde La Pampa lleno de cerveza artesanal elaborada por amigos de ese lugar.
Las growlers que posee Mauricio están conservadas con alcohol etílico al 70% que cumple las veces de sanitizante. "Para poseer growlers hay que tener cierta conciencia, no solo en el consumo sino en la forma en que deben conservarse los envases, ya que se trata de cerveza `suelta´ y en muchos casos sin pasteurizar. No tiene un cierre hermético como los envases comerciales y al trasladarse pierde la cadena de frío", ilustró.
Los mismos envases tienen en su dorso escritos los requisitos para cumplir con este original sistema: "Hay que almacenar en frío, se debe consumir dentro de los cuatro días siguientes a la recarga, limpiar cuidadosamente antes de usar y antes de pedir la recarga, solo se hace si está bien limpio".
El botellón con la recarga máxima de dos litros tiene un precio aproximado de $300 y el consumidor luego va recargando lo que desee: "Esta tendencia es buenísima para los bares, no solo para el marketing del local sino para evitar a veces el consumo en las calles", destacó Mauricio.
Luego, se refirió a la legislación: "En muchas ciudades, por desconocimiento, se actuó con prohibición pero en algunas como buenos Aires o Mar del Plata ya rigen ordenanzas para su permiso porque es una tendencia que no se detiene y se multiplicó".
En busca de la legislación
Según pudo conocer LA VOZ DE SAN JUSTO, desde el municipio se tiene en cuenta los pedidos de habilitación del sistema de servicio gastronómico de food trucks y también de Growlers, por lo que se encuentran trabajando sobre la legislación.
Fuentes municipales aseguraron que es necesario contar con una legislación alimentaria porque así lo estipula la ley para poder trabajar y fijar normativas en vistas al desarrollo de las actividades comerciales, de elaboración, de transporte y de expendio.
Hasta el momento, para el caso de los food trucks lo que más se asemeja para su habilitación es la ordenanza Nº6.688 de carros móviles, aunque de todos modos no coincide con algunas condiciones.
Por otra parte, en ciudades como Córdoba o Villa María, ya existen legislaciones precedentes específicas para este tipo de emprendimiento.