Ferreyra: “El cariño de los chicos fue lo mejor que me pasó en la vida”
Sergio Ferreyra trabaja en la Escuela 2 de Abril hace 36 años. Allí comenzó siendo portero y luego administrativo. En las puertas de su jubilación recuerda con emoción todo lo vivido y realza el rol del empleado público, cuyo día se celebró este viernes.
Durante casi 20 años, Sergio Ferreyra llevó
adelante con orgullo y dedicación el noble oficio de ser portero de una
escuela. Si bien, luego pasó a desempeñarse como administrativo, la relación
directa con los estudiantes nunca se perdió y es lo que más rescata de su
carrera, que está a pronto de llegar al punto cúlmine de la jubilación. Sergio tiene 64 y el 31 de diciembre ya
llegará a la edad requerida para iniciar los trámites. Antes de ingresar a la
Escuela 2 de Abril trabajó como metalúrgico en diferentes empresas de la
ciudad. Pero como su mamá había sido portera de la Escuela Iturraspe, la
vocación lo llevó por ese camino. Este viernes se celebró el Día del Empleado
Público y Sergio sabe que existe un preconcepto acerca de estos trabajadores
que en nada se corresponde con su realidad. Durante tantos años no solo se
encargó de la limpieza, también hizo de mozo, electricista, cadete, plomero y
también psicólogo y confidente de alumnos y docentes. Por ello siente que cuando llegue el día de la
jubilación experimentará un vacío difícil de llenar. Pero no cae en la
nostalgia sino que prefiere realzar las virtudes y cualidades de quienes se
desempeñan con amor en esta tarea de aportar sus energías a que el ámbito
escolar sea un lugar propicio para que los niños crezcan y aprendan. "Recuerdo que ingresé el 15 de octubre de
1986, cuando la escuela recién se inauguraba. Empecé por la tarde, recuerdo que
era el único varón que trabajaba allí, y mi turno era de 13 a 19. Trabajé por
un tiempo con una compañera, una portera, y después quedé solo en el turno. En
esa época comenzó a haber muchos chicos asistiendo a la escuela: llegó a haber
900 alumnos", comenta Ferreyra acerca de sus inicios. "Aparte de la limpieza de las aulas, los baños
y demás, al ser el único hombre tenía que hacer los trabajos como mover una
tarima, cambiar los focos ya que en ese entonces no había fluorescentes. La
cooperadora no contaba con muchos recursos: recuerdo que cuando barríamos el
patio ni bolsa teníamos así había que quemar las hojas", recuerda. También hacía de "mozo" sirviendo café y
poniendo la pava para los docentes u ofreciendo alguna bebida a las visitas que
llegaban a la escuela. Y -como huella de otra época- recuerda que también le
tocaba la tarea de llevar a su casa a los alumnos que no se sentían bien, algo
que hoy está totalmente prohibido. Sobre su relación con los alumnos, Ferreyra
asegura que "fue lo mejor que me pasó en mi vida. Tenía una gran afinidad, los
chicos son abiertos, te cuentan todo y siempre dicen la verdad. Me pasó de que
venían chicos a decirme que quizás no tenían la ropa que les hacía falta para
hacer una cartelera y yo me encargaba de conseguirla. A veces hacía de nexo
entre los alumnos y los directores. Ahora tenemos chicos de la Residencia y
ellos son quienes más me vienen a buscar para comentarme sus necesidades". Sergio vio varias generaciones completar la
escuela primaria y hoy le pasa mucho de encontrarse con adultos que todavía lo
recuerdan con cariño como su querido portero. Otros le llaman profe y los chicos
de la Residencia, tío. El cambio de tarea llegó durante el gobierno
de De la Sota, cuando se propuso que los porteros que tuvieran título
secundario podían inscribirse para comenzar a realizar trabajos administrativos
y eso hizo Sergio. Pero esa relación y conocimiento de lo que pasaba en cada
rincón de la escuela, nunca los perdió. Al momento de hablar de la inminente
jubilación, Sergio se pone serio y asegura: "Es que voy a extrañar a los
chicos, ellos son lo más puro que hay". Acerca de las preconcepciones que hay con
respecto a los empleados públicos, Ferreyra responde que "la gente por ahí no
conoce el trabajo, la dedicación que le ponemos quienes trabajamos en una
escuela. Al fin y al cabo estamos al servicio de la sociedad, porque ahí está
el futuro. Es un poco injusto ese prejuicio, pero por un lado los entiendo
porque hay ejemplos de empleados públicos que no atienden bien a la gente".