En una panadería de Frontera cuando se apaga el horno se enciende la pista
"Lunita tucumana" es el lindo proyecto que inició Liliana Flores que rinde homenaje a nuestras raíces enseñando a bailar folclore a los chicos que no pueden pagar una academia. Cuando se va el último cliente, ella convierte el local en un "escenario" para sus bailarines.
Fiel a sus raíces tucumanas, Liliana Flores de Oviedo traslada toda su pasión por el folclore a 26 niños y adolescentes de Frontera. Lo hace en un lugar particular: su propia panadería, la cual, cuando se van los clientes, se alista para recibir a sus jóvenes alumnos de baile.
Más de la mitad de sus asiduos concurrentes no puede afrontar el valor de una cuota en una academia de baile pero eso no la detiene, ya que abre sus puertas con un objetivo claro: incluir.
"Ellos solo quieren bailar", dijo Liliana a LA VOZ DE SAN JUSTO y remarcó: "Yo los considero como nietos. A veces los chicos me dicen abuela".
Lo mismo contaron sus alumnos: "Es como una abuela que siempre nos enseña. No solo baile, sino que nos enseña a ser mejores personas todos los días".
La academis lleva como nombre "Lunita tucumana", está ubicada en avenida Sastre 418, y se divide en dos grupos: uno integrado por niños de 5 a 11 años y otro al que asisten adolescentes de entre 12 y 15.
Pero el folclore no es solo la pasión de Liliana, sino que además, se tornó una herencia familiar. La mujer tiene hoy a tres de sus siete nietas en la academia: Paula, Martina y Florencia, sobre las cuales destacó que "es un orgullo" que asistan.
La panadería, que es propiedad de Liliana y su familia, los martes, miércoles y sábados se transforma en un salón de baile para recibir a los niños y adolescentes que asisten a la academia.
Durante la entrevista, mientras "Lili" responde amablemente aLA VOZ DE SAN JUSTO, de reojo observa a sus bailarines.
Los chicos practican frente a los hornos del comercio que lucen apagados y alrededor se visibiliza una gran pastafrola, que ilustra y le de otro aroma a lo que sucede allí dentro.
El espacio donde funciona la academia no fue elegido al azar, sobre este punto Flores indicó: "Me inicié como profesora de baile en conjunto con un profesor de Quebracho Herrado, que siempre me decía que teníamos que dar clases en el ámbito de la UTN. Lo hablé con mi esposo pero no nos convenció por el tema de la distancia y el hecho tener que transportarme, sobre todo, de noche o con frío".
Su compañero le dijo poco tiempo después que "iba a dejar de trabajar los domingos en la panadería", por ende los sábados los hornos no iban a estar en funcionamiento. "Él me cedió el espacio y así comenzamos", expresó.
Folclore
con aroma a pastaflora
Nadie se queda fuera
De los 26 niños y adolescentes que asisten a las clases de folclore, más de la mitad no pueden afrontar el pago de una cuota en una escuela de baile, aunque ello en este caso no le cierra las puertas a su aprendizaje.
"Yo me pongo en el lugar del otro. Ellos (por los chicos) quieren bailar, si yo no dejo bailar a un chico porque no tiene para pagar una cuota lo estoy echando y son solo chicos que quieren bailar", argumentó Liliana.
Sostuvo además que no vive de esto. "El plato de comida ya lo tengo. ¿Por qué le voy a negar a un chico la posibilidad de que venga a bailar?". Y agregó: "Sus papás son todos trabajadores, están como nosotros en la lucha diaria, eso es sumamente valorable".
Esta actitud también es parte del cariño que siente por los chicos el cual se ve reflejado en ese trato no de profesor a alumno, sino de abuela a sus nietos, porque Liliana es "como una abuela, que siempre enseña algo y no solo baile, sino también a ser mejores personas todos los días".