En el cumpleaños 98 de Dante Panzeri
Dante Panzeri cumpliría hoy 98 años. Nació el 5 de noviembre de 1921 en Rosario. Poco tiempo después su familia se trasladó primero a Las Varillas y luego a San Francisco.
Por Fernando Quaglia, especial para LA VOZ DE SAN JUSTO...
Dante Panzeri cumpliría hoy 98 años. Nació el 5 de noviembre de 1921 en Rosario. Poco tiempo después su familia se trasladó primero a Las Varillas y luego a San Francisco. Solo estudió hasta sexto grado. Le dijo a su maestra, Margarita Bruzaferri, que iba a trabajar en El Gráfico. Tenía 8 años. Más tarde, debió salir a trabajar para ayudar a su madre. Su hermano Demetrio escribía en Deportes en este diario. Lo recomendó como cadete. Aprendió a escribir a máquina. Y fue el primer cronista deportivo de pantalones cortos. Con tan solo 15 años había encontrado su vocación en LA VOZ DE SAN JUSTO.
Fue el más cabrón de los periodistas deportivos de su tiempo. Y quizás de todos los tiempos. Llegó a Buenos Aires recomendado por Pedro Rodríguez, artífice de la famosa "quinta roja" de Sportivo Belgrano. Su "padrino" en la Capital fue el "Chueco" García, figura por entonces en Racing. "El mejor wing izquierdo de la historia", según Panzeri. Él mismo aclaraba que Félix Loustau era igual de bueno pero se tiraba atrás, por lo que García siempre era wing.
Se definió como "chanteclerista", en obvia alusión a su admiración por Chantecler, uno de los periodistas más famosos de El Gráfico. Trabajó con Borocotó y Frascara columnas de la prestigiosa publicación. Fue director de la más importante publicación deportiva de la historia argentina durante muchos años. Renunció en 1962 cuando los dueños de la revista le quisieron imponer que en la crónica de un River - Boca colocara expresiones del entonces ministro de Economía, Alvaro Alsogaray.
Su frase más famosa es que el fútbol es la dinámica de lo impensado. El libro que lleva ese título es un clásico de la literatura deportiva en la Argentina. Ezequiel Fernández Moores, en ocasión del relanzamiento de la obra escrita en 1967, escribió: "Asustado de los profetas de la "modernidad", Panzeri reivindica al fútbol como "arte del imprevisto", "espontaneidad", "engaño" y "lucha de picardías". No hay fútbol "viejo" versus fútbol "moderno", dice, sino que "hay dos únicas maneras posibles de jugar al fútbol, bien o mal". "Para adelantar hay que retroceder. Lo antiguo puede no ser caduco. Lo moderno puede no ser progresista." Y sigue Panzeri: "El fútbol siempre será antiguo, porque no es ciencia que pueda enseñarse". Y porque, además, siempre habrá una "oposición combativa" que también quiere la pelota. Por eso, porque siempre habrá un rival que también juega, decía Panzeri, el fútbol es "dinámica de lo impensado".
No se quedó en la crítica deportiva. Pensó. Hasta escribió profundas reflexiones sobre el sentido de la existencia. Escribió: "Mencken dice, en Hombres y Dioses en la Picota que muy probablemente la raza humana no haya producido un hombre totalmente admirable. Dice que los modelos trillados como Goethe, Lincoln, son candidatos muy flojos para esa distinción. Y hasta incluye a Jesús. Quizás semejante prodigio será eternamente realizable, dice Mencken. Tiene razón".
Agregó en un autorreportaje publicado en la revista Satiricón en 1973: "Atahualpa Yupanqui dice que el hombre que vale es aquel que hace lo que tiene que hacer y no dice nada. Tiene razón. El hombre es doblemente estúpido a cuanto lo es por naturaleza, herencia o esfuerzo personal, cuando habla de sí mismo. Y cuádruplemente estúpido cuando supone que deja una obra por el hecho de haber vivido o por haber vivido con más notoriedad pública que otros. Ni el más genial de los hombres merece ser admirable, porque lo que hace como cosa difícil para los demás es fácil para él. Creo que el mayor genio de la humanidad fue hasta ahora Leonardo Da Vinci. Y sin embargo no creo que Leonardo haya sido capaz de jugar al fútbol o tejer un pulóver".
Fue un previsor. Casi un profeta de lo que sobrevendría en la táctica futbolística. El 26 de junio de 1962 escribió en El Gráfico: "Aquella normalidad del fútbol en nuestro país ya no existe. Dos backs, un marcador de punta; otro marcador de punta, una línea media también "antigua"); una delantera de cinco". Luego fue el 4-4-2. "Ya no sirve. Lo anunció Herberger, lo proclamó Helenio Herrera, lo reveló Lorenzo, lo sentenció Aymoré Moreira. ¡Lo subrayó el congreso de entrenadores! Lo ordenó el concilio de los papas del fútbol (papas sin asiento). Lo resolvió la Real Academia del Idioma del Fútbol. ¡Basta de 4-2-4! Brasil ganó el Mundial con 3 forwards. ¡Todos al 4-3-3! ¡Hay que imitar al campeón!".
Y presagió: "Por cada mundial un delantero menos. Londres promete ser el concilio del próximo hallazgo: 4-4-2. Buenos Aires o México, el del 4-5-1; acaso 1974, el del 5-5-0; 1978, el del 6-4-0. Matemáticamente puede predecirse que en 1994 llegaríamos al 10-0-0. Es decir, desde 1994 recuperaríamos el fútbol concebido allá por la mitad del siglo pasado: un conjunto de hombres que tanto ataca como defiende. Amontonados todos delante del arquero puede ser motivo de esperar que los otros todos amontonados delante del otro arquero... se resuelvan a atacar. Esto es el ideal del fútbol; todos atacan, todos defienden. Lo que reafirmaría el viejo aserto: no hay mal que dure cien años. En 1994 estaría resuelto este problema". El mundial de 1994 fue el menos vistoso de los mundiales. Lo ganó Brasil por penales y porque tenía dos fenómenos en el ataque como Romario y Bebeto.
El periodista Matías Bauso, en la recopilación de su vida que lleva el título de una de sus frases más famosas: Dirigentes, decencia y wines (esto era lo que le faltaba al fútbol según el gran Dante), relató una anécdota significativa sobre su fallecimiento. Murió el 14 de abril de 1978 víctima de un cáncer. Días antes había visitado por última vez San Francisco y recorrió las instalaciones del diario.
Escribió Bauso: "Panzeri murió como debía: sin apoyos, relegado, sumido en la oscuridad y la incomprensión. Uno de los precios por no ceder, por ser fiel a sí mismo hasta el final. La valoración, necesariamente, debía ser posterior. Su obra y su ejemplo debían sedimentar.
A la noche me acerqué a la sala donde lo velaban. No había más de quince personas, quizá menos, y eran las once, la hora más apropiada para este tipo de visitas. Me acerqué a Ernesto Duchini, el viejo descubridor de un sinnúmero de pibes en los potreros de Buenos Aires y sus vecindades, que luego, hábilmente guiados por sus enseñanzas y consejos, se diplomaron de cracks indiscutibles.
-¿Qué tal, Don Ernesto? ¿Hace mucho que vino?
-No, hace un ratito. Me lo dijo mi señora cuando llegué a casa, me cambié y aquí estoy. No lo conocía personalmente, nunca hablé con Panzeri, sólo leía sus notas y lo escuchaba por radio y por televisión, pero yo le debo mucho.
-¿Qué clase de deuda?
-De gratitud. Yo siempre jugué al fútbol, y después me hice entrenador. Usted sabe que el ambiente del fútbol no es de los mejores, hay muchas cosas raras, es fácil corromperse, las tentaciones se presentan a cada rato. Pero yo me les escapé a todas gracias a Panzeri. Yo leía como atacaba la suciedad del fútbol, como desnudaba la corrupción, cómo señalaba a los que no se portaban bien, y entonces empecé a temerle, pero no con miedo sino con respeto. Y me preguntaba a mí mismo, cuando me parecía que algo de lo que iba a hacer no era lo mejor: ¿Qué escribirá Panzeri de mí si se entera? Seguro que me tratará de caradura, que le hará saber a todo el mundo que soy un mal jugador o un mal entrenador, y entonces me voy a morir de vergüenza, no podré salir ni a la calle. ¿Se da cuenta ahora de por qué estoy aquí? Si no le pude dar las gracias antes, cómo no se las voy a dar hoy para que me escuche, aunque sea muerto".