El último buzón
En bulevar 25 de Mayo, frente al Banco Nación en San Francisco, permanece el único receptáculo del Correo Argentino que continúa en pié aunque ya no cumple con su antigua función de comunicar familias o amores a la distancia.
En bulevar 25 de Mayo, frente al Banco Nación en San Francisco permanece el último buzón del Correo Argentino. El único de esos símbolos ciudadanos que esperan inmutables en muchas esquinas ya no cumple el rol para el que fue emplazado allí, a escasos metros de Libertador Norte.
Ese que supo ser el cofre en el que pequeños retazos de vidas en tinta y papel esperaban ser rescatados por el cartero ya no cumple la función de comunicar familias o amores a la distancia.
A cien años de su instalación, ese cofre azul, ícono del correo postal, no sobrevivió a la revolución comunicacional que sustituyó papeles por pantallas, está en desuso y es blanco de vándalos que vulneran su valor patrimonial.
Un origen marcado por la tragedia
Este receptáculo de hierro fundido fue realizado en los talleres Vasena, tal como se aprecia en su frente, en donde poco tiempo después, en 1919, estalló la huelga que dio nombre a la llamada "Semana Trágica". Este hecho recordado de la historia argentina consistió en la represión y masacre sufrida por el movimiento obrero argentino, en donde fueron asesinadas cientos de personas en la semana del 7 al 14 de enero de ese año.
Actualmente esta pieza luce como un adorno en el paisaje céntrico sanfrancisqueño aunque tuvo sus épocas de esplendor, cuando la correspondencia postal era la "red social" por excelencia.
Las buena nuevas ya no esperan al cartero
Comunicarse a la distancia con un familiar o un amigo hoy en día resulta normal, parte de la cotidianeidad. En la era de la revolución digital, miles de kilómetros y lo que antes demandaba muchas hojas, se reducen a un clic. Sobres y cartas fueron reemplazados por mails, por mensaje de texto y de WhatsApp y por conversaciones vía Skype.
Pero a pesar de la diversidad de dispositivos electrónicos, el antiguo correo se reinventa. Para resistir a los cambios, el Correo Argentino ofrece nuevos servicios y readapta los clásicos.
Claro está, los tiempos han cambiado. Aquí no se juzga si para bien o para mal, pero han cambiado.
Sin embargo, ¿qué persona mayor de 40 años no recuerda la emoción propia o de la familia, cuando el cartero golpeaba a la puerta? ¿Y leer el remitente? ¿Y la carta? La alegría o el temor, esas emociones afloraban cuando eso pasaba.
Los más jóvenes quizás recuerden a sus abuelos o a sus padres escribiendo largos textos, contando cómo se encontraba cada integrante de la familia. Los recuerden llevando esa carta al correo o a un buzón en el barrio, para evitar movilizase hasta el centro.
Hoy algunos prefieren continuar con la tradición, pero son los menos.
El correo en la ciudad
El primer edificio del Correo Argentino en nuestra ciudad se ubicó en calles Libertad esquina Libertador Sur, a metros de la sede policial. En 1947 se trasladó a su sitio actual, Alberdi y Belgrano. En aquellos tiempos era reconocido como Correos y Telégrafos.
Entre los servicios de correspondencia que brindaba el Correo Argentino y que lo caracterizaron décadas atrás se encuentran: el envío y el reparto de cartas, las casillas de correo, los buzones y las tarjetas postales, entre otros. ¿En qué consistía cada uno de ellos?
El reparto era la instancia de entrega de las cartas, bultos o tarjetas postales. Dada la gran demanda y la masividad del correo, se realizaba en dos turnos: por la mañana y por la tarde.
A lo largo del siglo XX, y para mayor comodidad del vecino, se instalaron buzones en diferentes puntos y barrios de la ciudad. Su objetivo era evitar que la persona que enviaba una carta debiera trasladarse hasta la sede central, en el centro. Una vez por día, desde el Correo Argentino se retiraban estas correspondencias.
Por su parte, las tarjetas postales, que perduran en nuestros días aunque utilizadas con poca frecuencia, eran envíos no registrados con entrega bajo puerta o en buzón.
Las casillas de correo sobrevivieron pero surgieron otros rubros
Las casillas de correo, un servicio que se mantiene en casi todo el país, es un espacio físico exclusivo, cerrado y numerado, ubicado en las oficinas del Correo. Le permite a su destinatario recibir correspondencia fuera de su domicilio habitual. Brinda anonimato. Fueron muy utilizadas décadas atrás.
En tanto, el correo se vio obligado a ampliar sus negocios y así, a incluir variantes y nuevos servicios para sobrevivir al auge de las plataformas online.
En la actualidad, entre los servicios ofrecidos por la empresa se encuentran algunos tradicionales como las encomiendas, la paquetería, los giros y los envíos pero resaltan nuevas modalidades tales como Pago Fácil y fundamentalmente, la adhesión al e-commerce, cuyo crecimiento fue exponencial.
De hecho, un gran porcentaje de los paquetes que a diario se despachan en el correo local son provenientes de una fuente e-commerce: Mercado Libre.
De esta manera, el envío de paquetes por compras realizadas por Internet cambió el paisaje y el ritmo de las oficinas postales.
Los buzones ya no existen, fueron sustituidos en los barrios y el centro por unidades postales instaladas ya o en la vía pública sino en locales comerciales.
La historia de la esquina de las cartas
Como mencionamos más arriba, el Correo Argentino, al momento de la construcción del edificio de Alberdi y Belgrano, poseía un nombre diferente, característico para esa época y que mutó con el paso del tiempo y el avance de las nuevas tecnologías: Correos y Telégrafos.
El primer inmueble en donde se ubicó el correo se encontraba en la esquina de las calles Libertad y Libertador Sur. Allí permaneció hasta el año 47.
Imagen del edificio de Correos y Telégrafos de San Francisco en la década del 40
Las gestiones por un nuevo edificio, que brindara mayores comodidades y fuera más espacioso, dada la gran utilidad que poseía en el andar cotidiano de la época, comenzaron en 1936.
"En la ley de presupuesto general de la Nación de 1936, figuró un crédito de 150.000 pesos, destinado para la adquisición de un terreno y para la construcción, en él, de un edificio para el funcionamiento de la oficina de correos de nuestra ciudad. Tal crédito fue posteriormente ampliado por así exigirlo la obra", se detalló en las páginas de este diario el 13 de abril de 1947, día de la inauguración del inmueble.
Meses más tarde de iniciadas las gestiones y tras la imposibilidad de conseguir un terreno en zona céntrica, la municipalidad, bajo la intendencia de Raúl Villafañe, puso a disposición de la Dirección General de Arquitectura de la Nación dos terrenos, con el objetivo de que escogieran el más apropiado.
El municipio oficializó la donación de las tierras mediante la ordenanza Nº 527 y el decreto Nº 536, con fecha 5 de septiembre de 1936. Una semana más tarde, en el marco de un programa de festejos por el quincuagésimo aniversario de la ciudad, se colocó la piedra fundamental.
De todas maneras, las obras comenzaron recién 6 años después. En medio se fueron postergando los giros del dinero para su construcción.
La espera acabó el 27 de agosto de 1942. Ese día, por un decreto del Ejecutivo, se aprobó la construcción del edificio de Correos y Telégrafos en nuestra ciudad. Para ello se destinaban 148.885 pesos.
La construcción del edificio finalmente se inició en noviembre de 1942 y finalizó en marzo de 1947.
La inauguración del mismo, mediante un acto oficial, se produjo el 13 de abril de 1947. Una gran cantidad de vecinos se congregaron en las adyacencias del correo en donde, además, se había montado un palco que fue poblado por autoridades políticas locales, militares y eclesiásticas.
La magnitud del acto y la importancia del edificio que se inauguraba requirieron de la designación de una comisión de festejos, encargada de llevar adelante todos los preparativos.
Por otra parte, el antiguo inmueble del correo fue utilizado como oficinas para la ejecución del censo demográfico de ese año.