El legado de Francisco, la firma de Juan y el sello de Roasenda
Francisco Roasenda abrió uno de los primeros estudios fotográficos de la ciudad y la región, más de un siglo después sigue vigente con la particularidad que le dio su hijo Juan de entregar las fotografías firmadas a pulso.
San Francisco era muy joven cuando en 1909 un señor llamado Francisco Roasenda abrió su primer estudio de fotografía. No había mucha competencia en aquella época, ni tantos equipos como ahora pero con el magnesio de por medio logró abrir su negocio.
Cuando LA VOZ DE SAN JUSTO se convirtió en "el diario" en 1915, él fue uno de los que trabajó desde las bases aportando lo suyo con la fotografía. Claro está en esa época y durante mucho tiempo hasta que este arte se popularizara las imágenes eran más costosas de procesar y el texto tenía predilección en las páginas.
La vida se acabó rápido para don Francisco pero alcanzó a dejarle la firma Roasenda a su familia y así ellos poder subsistir en su ausencia. La prolijidad con que realizaba sus trabajos lo llevaron a forjar un emporio fotográfico que aún perdura en el tiempo y que sigue intacto imprimiendo recuerdos.
Laura, Sergio, Ester, Hilda y Silvia, la familia que sigue con el legado de Roasenda.
En ausencia de su padre, fue Juan quien siendo adolescente tomó las riendas del negocio porque de repente se convirtió en el hombre de la casa. Tenía que ayudar a la familia que además contaba con el pequeño Sergio en plena infancia.
Sus otras dos hermanas también hicieron grandes aportes pero después de casarse emprendieron sus propios rumbos y así Juan y Sergio se hicieron casi uno solo para mantener la firma.
Francisco, el pionero
El negocio en realidad nació en una casa de calle Libertad al 1600 donde Francisco Roasenda tuvo su primer estudio fotográfico en 1909 en una pujante localidad que si bien tenía ya exponentes no eran tantos.
"Estamos hablando de un tiempo donde se sacaban fotos con flashes de magnesio y que debían ser recargarlos para cada disparo", rememoraron sus nietas Laura y Silvia que atienden los dos locales que tienen en la actualidad.
Los aportes de Francisco llegaron hasta las páginas del diario algo que "es recordado con mucho orgullo" entre sus descendientes ya que "fue uno de los primeros fotógrafos que tuvo el diario luego que se fundara en 1915.
El abuelo de quienes ahora tienen el negocio falleció muy joven y dejó cuatro hijos las mujeres trabajaron pero al casarse siguieron un rumbo distinto. Todo quedó en manos de Juan y Sergio (también conocido "Chacho") que tenían 17 y 5 años cuando murió su papá.
La tercera generación
Sergio tuvo cuatro hijos, uno que lleva su nombre, Laura y Ester que son mellizas y Silvia. Dos de ellos viven en Córdoba donde Roasenda tiene otro local con el que siguen extendiendo el sello y negocio familiar.
"Allá nosotros tenemos otra parte de la empresa y acá hay dos locales. Hoy la gente nos pide muchos los fotolibros para retratar una historia completa de un momento inolvidable en ese tipo de encuadernación con distintos tamaños", explicaron.
De Sergio todos sus hijos aprendieron el arte de la fotografía y la dedicación que requiere trabajar de forma profesional en el rubro.
Gran parte de su juventud e infancia lo hicieron cuando las cámaras pertenecían a la era analógica: "En nuestro caso empezamos a sacar fotos durante la era analógica, las cosas eran diferentes porque no veíamos las fotos y se trabajaba de otra forma, pero para nosotras es parte de nuestra vida y éste es el lugar donde aprendimos sobre esto".
Asimismo agregaron que de sus antecesores también heredaron la "dedicación" que requiere el oficio: "Aprendimos a obtener la imagen en el momento justo para ilustrar un momento irrepetible y que dure para siempre". Y con esa impronta siguen llevando adelante el trabajo que les legó su padre que falleció en 2003.
La primera casa
Originariamente el negocio estuvo ubicado en calle Libertad al 1600 y esa fue la casa del abuelo de Silvia y Laura que recuerdan la historia con la que crecieron que, en definitiva, es la de su propia familia.
En la década del '60 se mudaron un par de metros más allá a la esquina de las calles Libertad y Avellaneda. "En 1960 mi papá trajo el negocio acá y en la parte alta estdslfkjsdfdsfgkdsfgd estales Libertad y Avellaneda. ", es la de su propia familia. sa del abuelo de Silvia y Laura que recuerdaná la casa familiar donde nosotras pasamos toda la infancia. Ahora mi mamá también nos ayuda en el negocio porque a ella le gusta atender al público y es algo que disfruta", indicaron.
Juan, el inventor de un sello único
Del tío Juan fue que salió la idea de darle un sello distinto a las fotografías que se hicieran e imprimieran en el negocio. Según detallaron sus hijas todas empezaron a ser firmadas a mano por él mismo: Roasenda se leía claramente con una larga línea horizontal que recorría cada letra.
Ese mismo formato se puede ver todavía en los carteles de presentación del negocio y tiene un porqué: "Nosotros quisimos hacer un homenaje a nuestro tío Juan manteniendo su tipografía en la cartelería porque le dedicó, igual que nuestro papá, toda la vida al negocio y lo hicieron crecer".
En
el negocio siguen manteniendo la cartelería con la firma que realizaba Juan.
Pero con Sergio también realizaron otros productos audiovisuales que revolucionaron a la ciudad en su momento. De hecho fueron también pioneros en hacer las cintas de video con cortos publicitarios dejando imágenes de los grandes bailes populares de la ciudad.
"Eso que ellos filmaban eran una especie de cortos publicitarios que después se pasaban en el Cine Universal y llamaron mucho tiempo la atención de la gente. Requerían un gran trabajo porque eran tortas grandes de cinta donde se separaba el sonido y la imagen así fuera que filmaran pocos minutos", detallaron las mujeres.
Años atrás las fotos se destacaban en el negocio por estar firmadas a mano por Juan Roasenda. La tercera generación sigue con esa misma línea extendiendo la línea para que después de Roasenda no haya un punto final.