El drama de la desocupación
Desde hace mucho tiempo se discute cómo salir de este atolladero que hoy se ha convertido en un abismo pronunciado por imperio de la crisis sanitaria. Y las respuestas son similares aunque pocas veces puestas en práctica: sólo impulsando la inversión privada podrá recuperarse la actividad económica.
El Observatorio de la Deuda Social Argentina estima que como resultado de la crisis provocada por la pandemia de coronavirus, la tasa de desocupación ascendió de 10,4% en el primer trimestre del año a valores cercanos al 15,5% en el segundo trimestre (abril, mayo y junio). Este incremento habría generado un aumento en la cantidad absoluta de desocupados de 2,2 millones a 3,3 millones. Se trata de 1.090.000 desocupados más, bajo el supuesto de una tasa de actividad sin cambios (47,1%). Las cifras son proyectadas para un total de población económicamente activa de 19 millones de personas.
Los datos reflejan con claridad la magnitud de la crisis que se vive en el país. La pandemia y la extensa cuarentena agravaron un panorama que viene oscureciéndose desde hace bastante tiempo como consecuencia de la debacle económica y productiva. El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica es un ente que viene alertando desde hace mucho tiempo sobre los problemas nacionales. Sus indicadores, más temprano que tarde, terminaron casi todos confirmándose en la realidad. Por ello, el número de un millón de nuevos desocupados causa estremecimiento solo con imaginar la devastación social que significa.
Según el informe, basado en datos del Indec y en encuestas propias, el trabajo informal es el que más ha sufrido. Más de la mitad de los nuevos desempleados se desempeñaban en actividades no registradas. Esto incluye cuentapropistas, no profesionales, trabajadores eventuales y empleos asalariados no registrados de pequeños y mediados emprendimientos. Asimismo, se estimó que cerca de un tercio de estos trabajadores (300.000) habrían tenido como fuente de empleo un trabajo formal, asalariado o autónomo.
No cabe duda de que el aumento significativo de la desocupación tiene relación directa con la parálisis impuesta por la cuarentena que lleva más de cinco meses. Antes del 19 de marzo, los datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec evidenciaban una situación en el mercado de trabajo no muy diferente de la del primer trimestre del año anterior. La tasa de desocupación había crecido de 10,1% en el período enero-marzo de 2019 a 10,4% para este año. El gran salto se dio cuando muchos ámbitos debieron cerrar sus puertas por la llegada del virus.
Entonces, el panorama laboral representa quizás uno de los mayores desafíos para los gobernantes actuales, en cualquier estamento del Estado. Lamentablemente, desde hace décadas que es así, por más que no se comprenda en las esferas donde se toman las decisiones. La caída del empleo repercute con nitidez en los índices de pobreza. Aquí se observa dramáticamente el deterioro de la calidad de vida de millones de argentinos.
En tanto, también desde hace mucho tiempo se discute cómo salir de este atolladero que hoy se ha convertido en un abismo pronunciado por imperio de la crisis sanitaria. Y las respuestas son similares aunque pocas veces puestas en práctica: sólo impulsando la inversión privada podrá recuperarse la actividad económica. Además, son vitales las reformas estructurales profundas en el Estado. De lo contrario, la caída argentina no encontrará freno.