El arte de ser martillero
Ya retirado de su profesión, Lalo Olocco nos comenta cómo fueron sus inicios en la actividad y cuál era la forma de trabajo.
Como cada viernes, desde la Sociedad Rural de San Francisco, Tribuna Agropecuaria te informa sobre las novedades del sector.
En esta oportunidad, Lalo Olocco comenta sobre sus inicios en la actividad. "Las ganas de ser rematador nace de estar en contacto con los animales, con el campo. Yo iba a los remates y veía el trabajo que hacia el martillero. Entonces a mí me empezó a gustar todo ese trabajo".
Una vez terminado el secundario, Lalo no dudó en ejercer como la profesión. "Se rendía en tribunales de la ciudad y te daban la matrícula. Después de un tiempo se creó el Colegio de Martilleros, para que surjan más profesionales y velar por sus derechos".
"Antes se empezaba con los remates un martes y se terminaba un sábado, o tal vez un domingo. Ahora hay cada vez menos animales y los remates duran menos", expresó Olocco, quien además agregó que hoy es "muy limitado el trabajo que hace el martillero de hacienda".
Con cierta nostalgia, Lalo expresa que una de las cosas más lindas de este oficio es cosechar amigos. "La gente te brindaba muchas cosas, hasta lo que no tenía. Te invitaban con mates cada vez que ibas a ver sus animales". También destaca que es fundamental que se establezca una buena relación con el productor.
El trabajo
se comenzaba a la mañana y se sabía que a un lote determinado había que hacerle
un monto específico de plata. "Si el productor te decía 'x' cantidad de plata y
vos no tenías oferta, lamentablemente lo largabas. Eso solía ocurrir en varios
remates". El hecho
de que existan menos tambos en la zona, afecta el tiempo que dura el remate, ya
que cada vez quedan menos animales. Lo que destaca Olocco es que la actividad del carnicero durante la feria también cambió.
"El tema de la agricultura también hace que haya pocos remates. Lo que la gente quiere es ganar plata y estar mejor, y eso lo podes hacer a través de la soja".
Entre tantas anécdotas, Lalo cuenta que muchos productores "levantaban la mano para comprar un animal y luego se arrepentían, pero no se podía revertir la situación".
"Cada instalación de feria tenía su capataz, y el martillero recorría los corrales", concluyó Olocco.