El aborto en primera persona
Todos hablan pero pocos quieren escuchar, algo fundamental para cualquier debate. Entonces, un testimonio de quien haya pasado por esa experiencia resulta chocante, abrumador... pero necesario. Aquí la historia de una sanfrancisqueña que vio vulnerados sus derechos en repetidas oportunidades y que encontró en las Socorristas Rosas un refugio para su dolor.
Por Gabriel Moyano | LVSJ
Imaginate ser mujer. Imaginate tener 12 años y sentir que no naciste para ser mamá. Imaginá ahora tener 16 y caer en una profunda depresión que demarcará de por vida tu personalidad. Que te diagnostiquen bipolaridad y que por momentos no sepas cuál de esas dos versiones es tu verdadero yo. Imaginate tener 20 y peregrinar por cuanto consultorio ginecológico encuentres y que en todos se nieguen a ligarte las trompas. Escuchar excusas como "sos muy joven", "te vas a arrepentir", "una chica como vos seguramente se va a casar y querrá tener hijos".
Imaginate que a tu psiquiatra no le quede otra que recetarte ¡litio! para que tu frágil salud mental no colapse. Que sepas que esa droga puede tener consecuencias gravísimas para un feto.
Imaginate cuidarte con pastillas durante años y siempre exigir al otro que use preservativo. Y que igual quedes embarazada porque precisamente esa medicación afecta la efectividad de las anticonceptivas. Que también afectan tu comportamiento hormonal y sigas menstruando, algo que impide que notes tu estado.
Imaginate que un médico te diga que sí, que calificás para una interrupción legal del embarazo, pero que luego dé marcha atrás y no quiera realizarla. Imaginate ahora estar junto a mujeres desconocidas, realizando un aborto que la ley -en los papeles- te garantiza en condiciones de salubridad.
L. B. hoy decide contar su experiencia. Sabe que a este artículo le lloverán las críticas, pero solo pide que la escuchen. Cree que es la única manera de acercarse a la comprensión de lo que puede sentir una mujer que haya atravesado un hecho tan traumático como indeseado.
Siente que sus derechos fueron vulnerados, que la contención que no encontró en los médicos la halló en las Socorristas Rosas, mujeres que sin juzgarla ni influirla la acompañaron en las horas más oscuras de su vida.
Escuchen, entonces, todos y todas, lo que L. B. tiene para contar.
- El comienzo de la pesadilla debe ser el día que supiste que estabas embarazada, pero detrás hay toda una historia...
Yo empecé tratamiento psiquiátrico a los 16 por una depresión muy grande que me hizo llegar a pesar 32 kilos. Pasaba días y días sin dormir, con alucinaciones. Ahí empezó mi travesía por la depresión, cambiando de psiquiatras, cambiando de tratamientos, experimentando conmigo, porque la medicación a veces funcionaba y a veces no. Generalmente la que funcionaba tenía efectos secundarios bastante feos como temblores, caída del cabello, urticaria...
- En esas condiciones no debe haber estado nunca en tus planes ser mamá...
A los 20 años comencé a intentar ligarme las trompas porque desde chica la idea de la maternidad nunca se me cruzó. Mucho antes de la depresión. Una vez que tuve que lidiar con esa enfermedad fue una manera de reafirmar que no quería tener hijos. Por eso a los 20 empecé a consultar con distintos ginecólogos y ninguno me quiso hacer la ligadura de trompas porque era joven, no había tenido hijos... Algunos me quisieron hacer un test psicológico para ver si yo estaba en mi sano juicio y la verdad la pasé bastante mal. A los 25 lo volví a intentar y siempre la misma negativa.
- Finalmente lo no deseado pasó...
Sí, hace un tiempo me enteré que estaba embarazada, tomando pastillas anticonceptivas y cuidándome con preservativos. Fue algo bastante traumático. No fue un accidente. No es que no me cuidé. Me estaba cuidando con dos métodos. No solo los médicos me negaron la posibilidad de ligarme las trompas y evitarme pasar por el aborto sino que mis psiquiatras no me avisaron que las anticonceptivas perdían efectividad con los antidepresivos y ansiolíticos. Por un lado me decían que los embarazos no son compatibles con mi medicación porque está comprobado que generan problemas en el feto y además es un tratamiento que no se puede interrumpir porque mi estabilidad emocional depende de ellos.
- ¿Qué estás tomando en este momento?
Hace un tiempo estoy tomando litio y un ansiolítico. Mi diagnóstico es bipolaridad. Hay varios tipos. La mía es de las más leves y aun así la pasé y la sigo pasando mal. Va de períodos de depresión muy fuertes a episodios maníacos, donde parece que uno estuviera drogado porque tiene más energía de lo habitual, la cabeza va a mil. Muchas veces te planteás ¿cuál de las dos personas soy? Si soy la depresiva que no sirve ni siquiera para salir de la cama o si soy esa que puede hacer 700 cosas a la vez.
- ¿Cómo te tomaste la noticia?
Como me venía cuidando con dos métodos, nunca se me cruzó por la cabeza. En ese momento estaba con ataques de pánico y sentía náuseas, dolores de cabeza y nunca lo relacioné con un embarazo. Además, como nunca dejé de menstruar, fue más chocante todavía.
- ¿Sentiste que no sabías a quién acudir?
Sí. Yo me di cuenta de que podía llegar a estar embarazada porque la panza se me ponía dura. Sabía que un embarazo no era compatible con mi condición, pero no es que lo busqué: fallaron los métodos. Fui al médico y a través de una ecografía me lo confirmaron. Debido a mi enfermedad y a mi dependencia a la medicación calificaba para una ILE (Interrupción Legal del Embarazo). Quedamos con este médico que al otro día comenzábamos a hacer este tratamiento... pero no sé qué pasó y no lo quiso hacer.
- ¿Fue porque el embarazo estaba en una etapa avanzada?
El creía que estaba avanzado, pero tampoco estaba seguro. Ante la duda me dejó a mi merced. "Yo no puedo hacer nada", fueron sus palabras. Por su postura sobre el aborto creí que sí me iba a ayudar. No sabía de otro médico, él era mi esperanza... la única.
- ¿Cómo llegaste a la agrupación Socorro Rosa?
Yo ya había escuchado sobre ellas, sabía que no solamente estaban en todo el país sino que también estaban en San Francisco. Una vez un contacto de Facebook o Instagram había compartido un número de teléfono y me había quedado. Las busqué y ese mismo día que pasó lo del médico les conté todo. Me dijeron que me tranquilizara, que no estaba sola y que al otro día nos podíamos juntar.
- No preguntaste quiénes eran...
No, tampoco me preguntaron quién era yo. Al otro día nos juntamos. Nunca me hubiera imaginado tener que hacer eso. Me dio bronca tener que llegar a esa instancia habiendo pedido fácil 10 veces a distintos médicos de la ciudad que me liguen las trompas.
- Habrás leído mucho en Internet sobre el aborto...
Leí un montón pero no sabía a ciencia cierta cómo era. Cuando uno piensa en el aborto se imagina algo sangriento, cruento. Pero no es nada de eso. No es una buena experiencia, pero tampoco como la pintan.
- ¿Cómo fue el rol de las socorristas?
Las chicas fueron súper comprensivas. No me preguntaban por qué y en todo momento intentaron que yo estuviera bien, tomara la decisión que tomara. No es que tratan de convencerte para que hagas algo, sino que te acompañan a que elijas lo que creés que es conveniente para vos. Y si de todas las opciones el aborto es lo que elegís, te acompañan.
- Son mujeres comunes y corrientes...
Profesionales, trabajadoras, estudiantes, algunas madres y otras no. O sea... tu vecina puede ser socorrista y vos no lo sabés. Eso es lo que me encontré cuando llegué a esa plaza donde nos juntamos.
- ¿Cómo siguió?
Me hicieron un cuestionario sobre mi vida sexual. No para juzgarme sino para saber si había pasado por violencias dentro de mis relaciones, si siempre habían sido consentidas, también si había habido casos de violencia ginecológica. Y ahí te das cuenta de que pasaste por un montón de situaciones.
- ¿Te encontraste respondiendo sí a muchas preguntas?
Sí, pero siempre se pone el foco en la mujer que le gusta tener sexo y no se cuida. Y nunca se cuestiona al hombre que mientras estás teniendo relaciones se saca el preservativo y no te avisa. O te dice que no lo usa porque le molesta, o le aprieta. Siempre se apunta a la mujer que abortó y no se pregunta por qué llegó a eso.
- El procedimiento no es solo tomar una pastilla...
No, aparte ellas no te proveen de nada. Simplemente te acompañan. Te preguntan si estás sola, si tenés un lugar para hacerlo. Yo no tenía. Así que también me acompañaron en eso.
- ¿Y cómo es?
Es horrible (se quiebra). Puede tardar muchas horas. El dolor es insoportable. Y contrario a lo que se dice no es una celebración que están todas cantando porque estás abortando. La energía que hay en el lugar es horrorosa y ellas intentan todo el tiempo de aliviarte. Es una situación que no se la deseo a nadie. Tampoco disfrutan que estés pasando eso, tienen empatía. Algunas pasaron por eso y otras no. Intentan que ese momento sea lo menos traumático posible. Pero aun así es súper traumático.
- ¿Es riesgoso?
En ningún momento peligra tu vida porque el Misoprostol está totalmente probado que funciona para el aborto. Me hubiese gustado hacerlo en un hospital, o una clínica, y no en un lugar que no conozco y con mujeres que no conozco. Más allá de que ellas fueron muy amorosas, atenderme en un lugar adecuado era mi derecho y me fue negado.
- ¿Qué falla? ¿El sistema?
Fallan todos. Desde el primer ginecólogo que a los 20 me negó la posibilidad de ligarme las trompas porque según él me iba a arrepentir, hasta el décimo. Se escudaron en su objeción de conciencia y a mí me dejaron a merced de lo que me pudiera pasar.
- ¿Sentís que no se respeta la voluntad de la mujer?
Hay una ley que dice que para ligarte las trompas solo necesitás tu consentimiento y tu DNI. Nada más. Mi mamá cuando se quiso ligar, necesitó el consentimiento de mi papá, algo que me parece muy violento. Y no hace 70 años de eso. La decisión de la mujer siempre depende de otro.
- ¿Qué te parece que va a pasar con el aborto?
Que no va a salir la ley. Va a pasar lo mismo que el año pasado. La presión social es tan alta, más allá de la lucha de la mujer, el peso de la Iglesia y de los sectores más conservadores y eso va a ser difícil de derrotar. Creo que van a pasar muchos años y un par de generaciones para que sea ley. Pero se va a lograr.
- Mientras tanto muchas mujeres van a seguir muriendo en abortos clandestinos...
La ILE hace mucho que está y no siempre es respetada. Por eso no sé si al salir la ley se va a garantizar el derecho de todas. Falta muchísimo. De hecho, el número de chicas violadas a las que se les obligó a parir fue creciendo. No solo eso sino que se expuso públicamente donde estaban internadas para que vayan las agrupaciones pro-vida vayan a molestar. Ya de por sí la violación es un hecho traumático. Si encima te hacen pasar por eso es gravísimo.
- Sabés que tu testimonio va a desatar una catarata de comentarios agraviantes ¿qué les dirías?
Que escuchen a las mujeres que tienen alrededor. Se van a dar cuenta que más de una pasó por lo mismo o está pasar por lo mismo. Porque nunca se respeta nuestra voluntad y porque el cuidado siempre queda en nuestras manos.
- ¿Qué te hace sentir cuando son las mujeres las que critican?
Me da pena la poca solidaridad. También me molesta la intromisión en la vida del otro. En mi caso, te guste o no, la ley me amparaba. Ojalá pronto muchas mujeres puedan decidir.
- ¿Destacás y recomendás el trabajo de las Socorristas?
Sí, es algo que hacen sin interés propio. Son mujeres que dejan de lado su ego y se ponen en el lugar de otra. A nadie le gusta pasar por eso y ellas tratan de que sea lo menos traumático posible. Esas mujeres a mí me salvaron la vida.
Según
los datos relevados y sistematizados por Socorro Rosa, en nuestra ciudad y la
región, en 2018, fueron 99 las mujeres que decidieron abortar, 57 más que en 2017. Fueron 102 las
que se acercaron a las socorristas, solo tres no continuaron con el proceso de
interrupción del embarazo. Otro dato brindado por Socorro revela que la mayoría
tienen entre 20 a 24 años. La
línea a la cual se pueden comunicar es: 03564-15612792.Socorro
Rosa