Crónica de un suicidio anunciado
Un músico vasco, pendenciero y adicto cae hasta Buenos Aires, siguiendo un amor. Argentina, un país "come-muertos", lo termina de hundir en el barro. Graba un par de discos pero no llega a nunca a mostrarse ante el público. Consigue una soga blanca y va de acá para allá, contándole a todo el mundo que la va a usar para colgarse el día del loco.
Por Manuel Montali | LVSJ
El vasco Mezo Bigarrena andaba con una soga blanca, larga y hermosa. Iba de acá para allá, en el sopor melancólico del verano porteño, y a todo el que le preguntaba para qué llevaba eso, le respondía: "Es la soga con la que me voy a colgar". Y desafiaba a la gente a que le diera una buena justificación -argumentada, con lógica- de por qué vivir.
Había nacido en Vizcaya, País Vasco, el día del loco de julio de 1951. Era un gitano, un nómade. Era un pirata. De hecho, una cicatriz fiera le surcaba una mejilla. A lo Joker, contaba mil historias sobre esa marca. La real, un porrazo en la infancia, no sorprendía a nadie. Podría haber sido un personaje de Trainspotting, pero su suicidio anunciado lo acercaba más al bestiario de Gabriel García Márquez, también el hecho de que, como el coronel Aureliano Buendía, "excepto las de la imaginación, había perdido todas las batallas".
La cita corresponde a otro paria español, poeta y cantante, con el que Mezo había coincidido en su juventud en Londres. Un tal Joaquín Sabina. Dijo alguna vez, en broma (que siempre es una forma infalible de decir la verdad), que él le robaba mujeres a Sabina pero que Joaquín se quedaba con sus versos. Hay, por cierto, infinidad de paredes entre la poesía de uno y otro.
En el Reino Unido dejó también una supuesta amistad con Sid Vicious, las muelas y un prontuario que lo obligó a huir hacia Venezuela, adonde habían vivido sus padres cuando él era niño. Fue guerrillero en Bolivia, padre de dos hijas y músico invitado de Chico Buarque y Milton Nascimento en Brasil. En el margen oriental del Río de la Plata hizo migas con Hugo y Osvaldo Fattoruso, Ruben Rada, Beto Satragni, Jaime Roos... Y siguió cayendo hasta terminar en Buenos Aires, por un amor, a mediados de los ochenta.
Con su humor ácido intentó hacer reír a los porteños tristes de tango. Siguió construyendo su mito y haciendo de sí mismo su mejor obra, mientras probaba suerte con la música. Se cruzó con la Negra Poli y Skay Beilinson, y con Luca Prodan (con el que tiene no pocos paralelismos, desde la cultura, la poliglotía y la irreverencia. Ah, y las adicciones).
Grabó su primer disco, "Viaje de Ida", dedicado a los militantes vascos Jokin y Espe y a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. En la tapa se mostraba con una máscara antigás, tipo Eternauta, bajando un mensaje de sociedad post apocalíptica. Pero cuando tenía que salir a ganarse la calle, se hundió aún más en el lodo de Buenos Aires. Fue uno más de esos tipos que no pueden convivir con el éxito o siquiera con la idea de éxito. El material no llegó a presentarse en vivo. Empezó a grabar una segunda placa, "Avión", pero un disco implica cumplir las exigencias de mucha gente y él, desde Bolivia, sólo quería pelear sus propias guerras, que eran contra todo el mundo.
Había dicho que Argentina, un país "come-muertos", no se lo iba a devorar como a Luca y Miguel Abuelo. Pero ahí iba, entre fines de 1992 y principios de 1993, deambulando por las calles con una soga blanca y anunciando que se iba a colgar. Sabina canta que "esta vez no iba de farol" y que "lo poco que tenía lo invirtió en un hueso de lujo para el perro y en pagar al contado la mejor corona que encontró para que hubiera flores en su entierro".
"Flores en su entierro" se llama la primera versión del tributo que compuso Sabina al enterarse de la muerte de Mezo. Se editó con la voz de Fito Páez y algunos ajustes en la poesía, como para volverla más argenta y terminar de homenajear la trayectoria del vasco, ese salto por encima del Atlántico, de España a la Argentina. De Joaquín, que con posterioridad volvió a grabar ese tema bajo el nombre "Flores en la tumba de un vasquito", no vale la pena agregar mucho más: si escribiera en inglés, habría primereado en el Nobel a Bob Dylan.
"Avión", el segundo disco de Bigarrena, vio la luz de forma póstuma. La compañía no aceptó la idea de tapa original (sus genitales interpretando a un narigón con flequillo y lentes) y en su lugar puso ¡un árbol! con una flor cursi sobre la que cae un rayo de luz. No vendió nada. Su cara no llegó a todas las remeras. Sus canciones nunca fueron conocidas por él, sino por músicos como Juan Carlos Baglietto que rescataron sus versos, como los de "En este barrio", en el que traza una hermosa antología de amigos, de ladrones de bancos, de piratas, de revolución, de hembras, rock and roll, porro, dólar... Ahí dice: "Quien se quedó critica al que se fue y todo el mundo sabe lo que pasa. No sé si yo me quedo o si me iré, ya me cansé de mi barrio y mi casa".
Se lo cantó y contó a todo el mundo. Como también había anunciado: "Nací el día del loco y me voy a morir el día del loco". Eligió un palo borracho en los bosques de Palermo. Y se colgó de su soga blanca el 22 de enero de 1993.