A Elva le gustaba hablar, a Betty escuchar y a Florencia escribir
En una entrevista con LA VOZ DE SAN JUSTO, Beatriz Massola y Florencia Vercellone cuentan "La cocina es puro cuento: historias y recetas de la cultura inmigrante piamontesa", libro que presentaron el viernes último en la Casa Losano.
Por Manuel Ruiz
En una entrevista con LA VOZ DE SAN JUSTO, Beatriz Massola y Florencia Vercellone cuentan "La cocina es puro cuento: historias y recetas de la cultura inmigrante piamontesa", libro que presentaron el viernes último en la Casa Losano y que las tuvo como coautoras a la hora de contar la historia de la abuela Elva, que puede ser similar a la de cualquiera de nosotros.
¿Quién fue Elva Rabino de Massola?
Florencia Vercellone (FV): Elba fue mi abuela, la mamá de Betty, y era una persona que básicamente estaba todo el día en la cocina al servicio de y hablaba mucho. Parte mucho de ahí, de su oralidad, era una persona que todo el tiempo estaba narrando, quizás cuando uno le decía que cuente determinadas cosas, ahí se ponía a pensar que tenía de interesante su vida. Pero sino, ella te contaba naturalmente. A partir de ahí surgió la idea de querer que ella nos contara sobre su vida en el campo. Que era siempre lo que estaba contando.
Beatriz Massola (BM): Ella siempre tenía muy presente esa vida y remarcaba todo el tiempo a su mamá, a su nona y tenía muy presentes esos recuerdos, esa cotidianeidad. Por eso el fin último de este libro no es rescatar solo la memoria de mi mamá, sino la de todas las abuelas que a lo mejor por no tener tiempo o porque no se dio o porque sus nietos no le preguntaron, no contaron su historia. A lo mejor quieran saber secretos de su vida, sus sacrificios, esfuerzos, no solo por Elba, sino por todas las abuelas.
-¿Qué aprendieron de la vida de Elva en todo este proceso?
FV: Uno cree que conoce a sus abuelos, o a sus parientes, pero en realidad conoce muy poco. Es un iceberg. Nos pasó que yo le preguntaba a mi mamá donde vivía mi abuela, porque ella contaba del campo, de ser arrendatarios, todas cosas que uno cree saber, pero que no porque son todos relatos orales que están en el aire, pero hasta que uno en concreto no se sienta y lo vuelca al papel sigue estando en el aire.
-Es un libro que viene de la oralidad más pura ¿Cuán importante son los relatos orales, la historia oral en general?
FV: Para mí es muy importante. Yo vengo del oficio de periodista y lo escrito es un recorte, por eso el relato oral es mucho más rico que el escrito, porque lo que nosotros hicimos fue recortar lo que ella nos contó. Lo que ella contaba era mucho más. El relato oral que nos quedó es mucho más importante que el libro.
BV: Yo le doy mucha importancia a la historia oral como herramienta. La historia oral es la historia que saca a la luz la voz de los marginados, los que marchan al lado de la historia oficial, es de sentido humanitario, que sabe de esfuerzo, de sudor, sacrificios y esa voz es importantísima tenerla presente. Los hijos y nietos sí tienen abuelos, personas mayores cerca, pregúntenles. No se imaginan lo que se están perdiendo, y ellos son tan felices, y a los abuelos: cuenten. La historia oral es fundamental.
Sobre el libro
"La cocina..." fue un libro largo. Diez años en total. Tres desde la muerte de la abuela Elva, punto de inflexión para que madre e hija se convenzan que era necesario sacar a luz la voz de Elva, no como mamá y abuela, sino de una inmigrante piamontesa caída a de un barco a la pampa gringa. Betty y Florencia querían poner en papel y a consideración de los que quieran leer una historia tan parecida a otras que andan deambulando en la oralidad piamontesa.
Pero además, y como dijo Florencia en el final de la presentación del libro, a Elva le gustaba a hablar, a Betty escuchar y a ella escribir. Lo demás es puro cuento y recetas.