Fatiga pandémica
En la Argentina se suma otro ingrediente preexistente para complejizar el panorama: la grieta ideológica y política. El estrés y la ansiedad no se atenúan con las idas y vueltas, con las expresiones que anticipan catástrofes, con las restricciones contradictorias y con las posturas obstinadas hasta el cansancio de quienes se enrolan en los grupos "anticuarentena" y los que parecen haberse enamorado del aislamiento permanente.
Puede llamársele así. O también estrés cuarentenal. O como quiera nombrársele. Lo concreto es que la pandemia y su cuarentena extensa es una fuente de preocupación muy grande para los argentinos que ha derivado en el incremento de problemas relacionados con la salud mental.
Un estudio de la Universidad Argentina de la Empresa, uno de los tantos que se han realizado en este tiempo, estableció que siete de cada diez encuestados afirmaron que el coronavirus representa en la actualidad una fuente muy o bastante importante de estrés en sus vidas. Según el sondeo, entre el 30% y el 40% de la población ha tenido sentimientos de depresión, soledad y/o miedo durante la última semana. Y muchos más son los que se sienten ansiosos. Más de la mitad reconoce que la pandemia y el periodo de aislamiento social preventivo y obligatorio le han generado trastornos sobre el sueño (58%) y sobre el apetito (56%). Asimismo, el consumo de tabaco, tranquilizantes y alcohol se ha incrementado respecto de lo habitual.
Los datos son significativos y dan cuenta de una realidad que se vive en cada hogar. Con distintos matices, pero con similares estándares de análisis. Por cierto, no es un patrón solo de los argentinos. En todo el mundo parecen darse situaciones muy similares. Por ejemplo, según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de Estados Unidos, mientras aproximadamente 1 de cada 12 adultos estadounidenses reportaron síntomas de trastorno de ansiedad durante el verano de 2019, ahora la tasa supera 1 de cada 3. Una encuesta de la Kaiser Family Foundation, una organización sin fines de lucro que se enfoca en temas de salud, publicó una encuesta de seguimiento que muestra que, por primera vez, la mayoría de los adultos estadounidenses (el 53 por ciento) cree que la pandemia está afectando su salud mental.
En la Argentina, además, se suma otro ingrediente preexistente para complejizar el panorama: la grieta ideológica y política. El estrés y la ansiedad no se atenúan con las idas y vueltas, con las expresiones que anticipan catástrofes, con las restricciones contradictorias y con las posturas obstinadas hasta el cansancio de quienes se enrolan en los grupos "anticuarentena" y los que parecen haberse enamorado del aislamiento permanente.
Como si esto no bastase, la incertidumbre sigue paseándose muy oronda. Nadie sabe cuándo la pandemia cederá y la cuarentena finalizará. Las preguntas se suceden: ¿cuándo vuelven las clases?¨, ¿cómo quedará la economía?, ¿qué pasará con el trabajo?, ¿cuándo se podrá ver personalmente a los familiares que no viven en la misma población? Los interrogantes se suceden y se acumulan. Edgar Morin escribió que el hombre necesita "negociar con la incertidumbre". A esta negociación no se la enseña. La hemos estado aprendiendo en los últimos meses. De allí esta suerte de fatiga pandémica casi generalizada.